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Y ahora, a por las pensiones

24 de Junio del 2013 - Luis García Oliveira (Gijón)

Por ser reiteradas y notoriamente escoradas llaman ya demasiado la atención las sucesivas imposiciones económicas y los selectivos condicionantes presupuestarios que emanan del ámbito político comunitario y que, de forma nada casual, invariablemente recaen sobre las espaldas de una mayoría ciudadana de a pie.

En ese creciente recetario que se nos va dictando desde Bruselas se ha incluido, finalmente, la revisión de las pensiones; excesivamente altas en España, al parecer de las sensibilizadas señorías que tan remuneradamente acomodan sus traseros en las privilegiadas poltronas comunitarias y, también, del olvidadizo señor Rajoy.

El argumento con el que formalmente se justifican los próximos recortes en las cuantías que perciben los pensionistas que no son regalo de nadie, sino fruto de su cotización a lo largo de toda una vida laboral, es tan socorrido como fraudulento: hay que reducir el déficit público.

Dado que el famoso déficit es el saldo negativo entre los ingresos y los gastos, olvidan muy deliberadamente sus distantes señorías que esa diferencia también puede equilibrarse elevando la recaudación, sin necesidad de entrar a saco contra la educación pública, la sanidad, la dependencia y, ahora, las pensiones de los jubilados. ¿Que cómo se pueden incrementar los ingresos?, pues en el caso de nuestro país lo saben perfectamente en Bruselas: obligando como en tantas otras cuestiones al desganado Gobierno español a poner fin al escandaloso fraude fiscal que aquí se consiente y que en 2012 ascendió a 85.000 millones de euros –nada más–, según la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE).

Por tanto, el manido déficit no tiene tanto que ver con la falta de recursos como con la zángana voluntad gubernamental de recaudarlos entre la voluminosa caterva de respetadísimos defraudadores de guante blanco que campan por estos lares libremente y a sus anchas. Ciertamente, otra cosa sería si no prevaleciese la cínica indolencia al respecto en el seno de una Comisión Europea cada día más títere de los grandes intereses económicos dominantes, pero, por lo que se ve, esta clamorosa realidad carece de interés para esos hombres de negro comunitarios que tan descaradamente se desentienden de la impresentable gestión recaudatoria del señor Montoro.

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