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Por las rutas de la piedra

2 de Julio del 2013 - Agustín Hevia Ballina

Acaba de presentarse en el RIDEA «Canteras históricas de Oviedo», un libro para abrirlo y no dejarlo, un libro para sentarse plácidamente a leerlo sin interrumpir su lectura, para disfrutar los ocios, como agua que va deslizándose queda, sosegadamente por entre los dedos, un auténtico regalo para la contemplación de su jugoso contenido, a la vez que te ensimismas en sus numerosas ilustraciones.

Que la piedra sin forma definida o incluso deforme, cuando todavía es material sin perfiles definidos, recién salida de la cantera, para ser trasformada en vivencia del arte por la mano del artista, pueda ser objeto de un libro, que alcance estrecha convergencia con la obra artística, sea escultórica o arquitectónica, es lo que han venido a demostrar palmariamente los profesores universitarios Gutíerrez Claverol, Luque Cabal y Pando González. Los tres, de consuno, enriqueciéndose mutuamente, han alumbrado este «Canteras Históricas de Oviedo», con perfiles de obra acabada y de perfección.

Me traslado al Oviedo de cualquier época de su pasado, un Oviedo del Prerrománico, del Románico, del Gótico, del Barroco o del Renacimiento, del Neoclásico y casi hasta su modernidad, etapas artísticas en que la piedra ha venido siendo, como reina y señora, una perenne dominante en casi todas sus construcciones. La piedra indefectiblemente ha sido siempre y por doquier protagonista y las estructuras arquitectónicas de sus Iglesias y de sus mansiones lo manifiestan paladinamente.

Imagino un Oviedo pretérito y lejano, de carros y carretas, transitando por sus rúas, llevando piedra a carradas, oficio que bien dominaban los carreteros, con sus bueyes de andar cansino y acompasado. Con efervescencia bullía la urbe, las canteras trasvasaban el material preciado, que lo recibían con brazos abiertos canteros y picapedreros, maestros de obra y arquitectos, que con frecuencia revisaban en las mismas canteras las extracciones que aseguraran los bloques más apropiados para las necesidades del progreso de las obras.

En las canteras, valiéndose de picos, mazos y cuñas eran cortadas y separadas las piedras, desgajándolas de su natural compactez, rompiéndolas o fragmentándolas, antes de entregarlas en bloques a los labrantes, que, en cuadrillas, dejaban impronta de su identidad con las marcas de cantero, que cada una de ellas tenía por peculiar y característica. Cada cual con su experiencia heredada de siglos convertían la piedra en bruto en canterías o sillares, o bien en sillarejo, en bloques pulidos o más toscamente labrados, que conformaban esquinales y recercos, en perpiaños o en fastiales, en salmeres o dovelas, en ajimeces y rosetones, en pilastras o balaustres. De todo ello iba brotando un Oviedo en continuo hacerse, con sus estructuras y fábricas, que rebrillaban en los atardeceres, con los dorados de sus canterías de arenisca y de calizas.

Las canteras históricas de Oviedo fueron numerosas, unas urbanas, que se explotaban casi a pie de obra de las construcciones que, por doquier iban brotando y otras más alejadas, que me place extractar, uniéndolas a las construcciones a que estuvieron vinculadas, según los autores del libro.

Subtítulo: De iglesia en iglesia y de palacio en palacio por Oviedo

Destacado: Los monumentos de Santa María y San Miguel de Liño, se proveyeron con probabilidad de canteras de las proximidades y quizá de material reaprovechado

Subtítulo: De las canteras de Piedramuelle, de arenisca calcárea se abasteció la Catedral, el Convento de San Francisco, el Monasterio de San Vicente, la Iglesia de Santa María de la Vega...

Los monumentos de Santa María y San Miguel de Liño, se proveyeron con probabilidad de canteras de las proximidades y quizá de material reaprovechado. De las canteras de Laspra, de caliza blanca se abasteció la Catedral para el Claustro, en interiores y, a veces en exterior. Se utilizó también en Santa María de Naranco y en la Vega, en la portada gótica de la Capilla de Santa María del Rey Casto. También se proveyó para la picota de Plaza de Riego, el Convento de Santo Domingo, por cesión del Cabildo catedralicio, la Universidad, la Girola de la Catedral, las capillas de Vigiles, Santa Bárbara, Santa Eulalia y Santa María del Rey Casto,

De las canteras de Piedramuelle, de arenisca calcárea también se abasteció la Catedral, el Convento de San Francisco, el Monasterio de San Vicente, la Iglesia de Santa María de la Vega, la Torre de la Catedral, la Casa del Duque de Parque. De la cantera de Lavapiés se extrajo piedra para la Catedral, el Acueducto de los Pilares, la Fuente del Fontán, el Ayuntamiento, exterior de Capilla de Santa Bárbara y varios palacios ovetenses, como el del Marqués de Campo Sagrado y el del Duque de Parque.

De la cantera de la Granda, de caliza arenosa, entre San Lázaro y los Arenales, se abasteció la Universidad, el Colegio de San Matías, la fachada del Claustro de la Corrada del Obispo, el Claustro de la Vega, la fachada de la Iglesia de Santo Domingo, la fachada del Convento de Santa Clara, el Hospicio Provincial, las columnas del Palacio de Velarde, con otros varios edificios de la ciudad. De la cantera de Santo Medero de Ayones se extrajo piedra para el Ayuntamiento, para la Torre de la Catedral y otros.

Pasan revista los autores a otros canteras de menor importancia, entre las cuales mencionan las siguientes: la del Postigo suministró al empedrado de calles en el siglo XIII, a la Catedral y a la de la Plaza del Paraguas. La de la Vega, a la Catedral y al Monasterio de Santa María de la Vega. En el Fresno hubo cantera y proveyó a la Universidad, al Palacio de Velarde, al Mercado de Trascorrales y para el Depósito de Aguas. Consta de la de Monte Cerrao, la de la Carretera del Cristo, la de Buenavista, quizá proveedora de la Silla del Rey; la de las calles de la Lila-Caveda, la de Foncalada, la de Calle Santa Susana, la del Campo San Francisco, la de la Calle San Francisco, para la fábrica de fundición, la de la Plaza de la Escandalera, la de la Calle del Rosal, la de Quintana, la del Campo San Roque, de la Manjoya para el Convento de San Vicente y la del cementerio del Salvador para fortificación del Campo Santo.

También hubo canteras en el casco viejo que proveyó quizá a la construcción del Palacio de Alfonso III y la Iglesia de San Juan y el Claustro Alto del Monasterio de San Vicente y de otra cantera hacia Víctor Chávarri, de la se proveerían San Tirso, San Salvador y la muralla de Oviedo. También hubo canteras en Cerdeño y la Tenderina para el templo quizá de Santullano, de las de Colloto y Pangrande se abasteció la edificación del Claustro y de la propia Universidad. De la cantera de Pico de la Sierra en Boves se trajo piedra para el chalé de Olivares y el bloque pétreo para la placa del reloj de la torre Vieja de la Catedral reconstruido en 1947. De la cantera de Limanes se trajo piedra para el Seminario Metropolitano. De la de Tiñana se aportó la piedra necesaria para reconstruir la Torre de la Catedral, después de la Guerra Civil.

Finalizo, cuando estoy aún en los inicios. El itinerario del viaje sería largo y las alforjas de óptimo vademécum se nos proporcionan bien abastadas por los autores de estas «canteras históricas de Oviedo», seguidores, nosotros con ellos, de un mundo de novedad atrayente, de unas rutas de la piedra, que te llevarán por el Oviedo de los siglos de iglesia en iglesia y de palacio en palacio.

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