Más pan y menos circo
De todos es sabido que estamos viviendo en un país sumido en una profunda recesión económica, con cifras históricas de paro que nos ha llevado a una sociedad de pobres, de desamparados y hasta de emigrantes. Pero el espectáculo deportivo sigue con muchos bríos, como si tal cosa. Sí, nos referimos al fútbol concretamente.
Es esta España sin mucho pudor, terminadas las alargadas tardes futboleras de competición, ha comenzado lo que se llaman fichajes, que no es más que un trasvase de dinero entre unos pocos ante la inocente mirada de miles de boquiabiertos aficionados que encuentran en este circo mediatizado el entretenimiento a sus frustraciones.
En este campo no se habla de recortes, sino más de millonarias cifras de euros que se barajan en negociaciones entre los clubes, que deben millones a la Seguridad Social y a la Hacienda Pública, dicho sea de paso, y de millones que se llevan en cada operación los intermediarios, por contratar a jóvenes sin más mérito que pegar patadas a un balón y que, no obstante, "se lo merecen todo", según aseguran los interesados.
Aplaudir en los estadios el resultado de ese tráfico de dinero, con su trasiego de entrenadores y baile de jugadores, es aceptar la injusticia y la desigualdad, el equilibrio entre el mérito y la recompensa.
Mientras jóvenes preparados tras varios años de estudio: científicos, arquitectos, ingenieros, profesores... abandonan el país porque no se ven debidamente compensados, 56.000 personas se concentran en un estadio para ver la presentación de un pimpollo de allende los mares que lo más que producirá será un entretenimiento pasajero a la hinchada.
Entretanto, se regatea la pensión a un jubilado de mediana edad de continuado esfuerzo productivo o se rebaja escalonadamente el salario al funcionario; aquí se sigue especulando con fichajes de millones de euros porque un futbolista acierta a marcar un gol más o a fallar un penalti menos.
Considero cómo debe de estar forrado ese constructor llamado Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, cuando es capaz de costear cualquier capricho de jugador o entrenador de fútbol que acreciente la leyenda de su ego y el papanatismo de los seguidores del club que representa el más rancio nacionalismo españolista.
Personalmente, no entiendo cómo es posible que el citado señor se gaste cada temporada futbolística un disparatado dineral en la tan manoseada parodia del pan y circo. Sin embargo, en esta sociedad de pasajes fortuitos y obscenos la mayoría solo suele distinguir el color del dinero, como si no hubiera necesidades que cubrir, ni débiles a quienes amparar, ni inmigrantes a quienes proporcionar un plato de comida por un trabajo honesto. Hay gente, mucha gente, que considera positivo que un futbolista gane miles de millones al año, libres de impuestos.
Por otra parte, la reciente querella de la Fiscalía de Delitos Económicos de Barcelona contra Leo Messi y su padre, por presunto fraude fiscal es una iniciativa inesperada que, al margen del recorrido que pueda alcanzar, tiene como fondo la atípica y vulnerable legislación tributaria que se aplica a los deportistas de élite en nuestro país. La ingeniería financiera es una práctica muy común en el gremio futbolístico, lo que hace imprescindible usar ahora el mismo rasero con todos para no dar pábulo a teorías de agravios comparativos.
Por tanto, al fútbol lo que sea estrictamente del fútbol, y a Hacienda, también lo que sea suyo, incluyendo, por supuesto, lo que Messi y todos los "messi" le puedan adeudar.
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