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Valladolid, la fiesta del pincho

19 de Julio del 2013 - Carlos Cuesta

El certamen de pinchos de Valladolid es una fiesta culinaria en sí misma. Los hosteleros de la provincia aglutinados en una eficaz asociación saben perfectamente lo que significa una iniciativa de estas características y están consiguiendo año tras año la presencia de muchas personas interesadas en disfrutar de la ciudad y sus entornos y en sumergirse en la esencia de unos bocados en miniatura que están alcanzando la categoría de arte gastronómico. En este sentido, Asturias debería mirarse a fondo en este espejo notable con planificación y programa para lograr un nivel similar al que está celebrando la acogedora «Pucela» y pueblos cercanos.

Subtítulo: Un acontecimiento gastronómico de referencia nacional

Destacado: Asturias debería mirarse a fondo en este espejo para lograr un nivel similar

Ya es un cuarto de siglo trabajando en la promoción turística de la histórica urbe y provincia. Los responsables de la hostelería han sabido conjugar esfuerzo, ideas y acción para plasmar en la realidad social un festival de bocados mínimos que significan una feliz referencia nacional. Fueron 74 pinchos los que mantuvieron el alto nivel del certamen. Sus elaboradores con ánimo, entusiasmo y mucha técnica cocinera alcanzaron en algunos momentos de su preparación la excelencia, con productos significativos de la tierra nutricia castellana que a la postre consiguieron sus propósitos de estar en la final. Perfecta organización gracias al estilo impecable y rigor de José Alberto Torrecilla, responsable de comunicación de la Asociación de Hostelería y su equipo con Guillermo Albacete de apoyo y la orientación necesaria de Julio Valles Rojo, presidente de la Academia Castellano Leonesa de Gastronomía y la dirección del Presidente de los Hosteleros Jaime Fernández.

Fiesta culinaria en Valladolid. Ambiente de visitantes y parroquianos que llenaron las tabernas, bares, casas de comidas y restaurantes de la ciudad siguiendo y disfrutando del mejor bocado presentado a concurso. Y la vieja catedral herreriana, «la buena moza», como señalan los nativos, observó con detenimiento y altura de miras el movimiento ciudadano que arrastra un certamen de pinchos como el que se desarrolla en Valladolid. En la Escuela Internacional de Cocina, un modelo de funcionamiento, su director, Ángel Moretón, ofreció las instalaciones para la final del Certamen donde en dura pugna dirimieron la calidad, el sabor, la presencia y el estilo veinte ambrosías. Unos ciento cincuenta alumnos de cocina de los estados americanos de Minnesota y Florida, que estaban de viaje de estudios y prácticas, presenciaron la final del concurso. En este tramo último se alzó con el primer premio el Restaurante María de Valladolid con un bombón o emparedado «Más María» compuesto por pie de cerdo relleno de foie y boletus, frutos del campo, trufa negra de Soria y piñones de Pedrajas. Soberbio.

Y Valladolid, con su Pisuerga querido, sus avenidas, su casa de Cervantes, su bella iglesia románico-gótica de Santa María La Antigua, su Campo Grande, su veterana Plaza Mayor, su benefactor el conde Pedro Ansúrez, sus insignes Zorrilla y Delibes, ve pasar la vida con entusiasmo y verdad. Agarrada a su historia atávica y una realidad social que trabaja sin desmayo para ganar el progreso y la modernidad. Gracias a los “maestres de cocina” castellana, a Alejo Burgos por disfrutar de una de las mejores croquetas de España, a Jesús Illera por su amistad y sus excelsos vinos, y especialmente a los amigos del jurado por su afecto, objetividad y carácter. María José San Román, hostelera, con ancestros en Asturias y reconocida como la Dama del Azafrán por su conocimiento de este singular producto; Mar Gavilán, del Blog Gastronomía y Cía.; Mikel Martínez, de Irún, un experto en organización de certámenes culinarios; y Luis Lera, todo un cocinero de altura que trabaja en su rincón de Castroverde de Campos en Zamora, es miembro de Eurotoques y representa la vanguardia de los chefs castellano-leoneses actuales. Un lujo al detalle. Y un abrazo sentido a Pitu Perramón, el mejor portero de balonmano de todos los tiempos. Guardameta de la selección nacional en los años setenta y pieza fundamental del Barcelona y el Calpisa de Alicante. Hostelero de nombradía en Alicante, siguió de cerca el certamen con la orientación precisa y el amor por los fogones. Es todo un enamorado de Asturias y pronto estará en el Principado para ofrecer una charla organizada por la Sociedad Cultural y Gastronómica La Pegarata de Pola de Laviana con motivo del 75º aniversario de la puesta en escena del balonmano femenino nacional, que precisamente se inició en la capital del alto Nalón gracias al entusiasmo y sapiencia deportiva de una pionera del balonmano, Purificación Zapico, que vivía en Alemania –su padre era canciller en Berlín– y pasaba sus veranos en La Pola. Y, siguiendo con el tema de los bocados en miniatura, Valladolid, sin duda alguna, bien vale una misa!

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