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Trabajadores pobres

17 de Junio del 2013 - Luis García Oliveira (Gijón)

Por fin algo que ya era de práctico dominio público ha saltado, en forma de alarma oficial, de la mano de la organización asistencial Cáritas: de nuevo en este país, tras muchos años, vuelve a anidar la cruda pobreza entre la clase trabajadora. Queda así atrás lo que hasta hace poco venía siendo vigente en el ámbito laboral; algo tan natural como que todo aquel que trabajase tenía garantizado un nivel de ingresos que le situaba, al menos, por encima del de la pobreza.

Una realidad social tan dura como ésta, tan abusiva y tan obscena también, no ha llovido del cielo de forma casual sobre la clase trabajadora; tiene un por qué, aunque quienes lo rentabilizan no tengan el menor interés en que se ponga de relieve ni la menor vergüenza tampoco.

Esta realidad y sus consecuencias sociales es lo único que, hasta ahora, nos ha traído la ponderada globalización, cuyas principales características se concretan en el ilícito enriquecimiento exprés de quienes la ordeñan con la beneplácita indolencia de los gobiernos de turno, así como en la generalización de la pobreza existencial y la precariedad laboral a las que condena a cuantos humanamente somete.

Sucesos relativamente recientes como el trágico derrumbe de una factoría textil en Bangladesh, con más de mil muertos contabilizados, ponen de relieve las miserias éticas y funcionales de ese impresentable tinglado de velados intereses a los que una acólita mayoría política y otros beneficiarios se empeñan en seguir llamando sistema democrático. En realidad, un anémico subproducto empapado en el más elástico de los cinismos, que tanto da para justificar la invasión militar de un país y arrasarlo siempre que convenga a los intereses dominantes y bajo el falaz argumento de defender los derechos humanos de la población, como para consentir la esclavitud laboral de millones de personas en todo el mundo con tal de poder aprovecharse al máximo del fruto de su obligado esfuerzo.

Casos como el referido pueden parecer aún muy distantes de nuestra realidad social y laboral, aunque esas mismas realidades, a día de hoy en nuestro país, dejen ver ya muy a las claras por qué caminos se hace transitar a la ciudadanía de a pie y hacia dónde conduce cada uno de ellos: en lo laboral, hacia una precariedad retributiva y funcional galopantes; en lo social, plenamente metidos en la normalización del reparto de alimentos entre significativos sectores de población por parte de diversas ONG, así como en la lucha contra la desnutrición infantil en los comedores de un creciente número de centros docentes.

No, no se trata de un mal sueño, es la descarnada realidad que impunes todopoderosos imponen a todos los demás en exclusivo beneficio propio; excepto a los de su misma cuerda y a aquellos miembros de la casta política que les hacen el trabajo sucio a unos y otros.

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