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Los gallos de la braña

26 de Junio del 2013 - Juan Antonio Valladares Álvarez (Posada de Llanes)

Dice un artículo publicado recientemente en LNE que “para evitar la extinción del urogallo cantábrico hay que limitar la población de vacas y ciervos en los montes donde habita la emblemática ave”. Y añade que “lo afirman los expertos que elaboraron el «Documento técnico que establece las principales acciones a desarrollar para determinar la situación de los competidores para el urogallo (Teatrao urogallus cantabricus)», que ha sido elaborado por técnicos de la empresa Asesores de Recursos Naturales y coordinado y revisado por los comités de gestión y científico del proyecto europeo LIFE+ Urogallo Cantábrico, en el que

participa el Principado de Asturias”. Conozco alguno de los expertos que piensan de esta forma algunos de gran cualificación, pero también conozco otros expertos no menos cualificados que opinan lo contrario, incluso dentro del comité científico del mencionado proyecto Life. No me compete propiamente entrar en esta discusión como ecólogo, de los que ya está lleno el comité de estudio para el urogallo, sino que daré, como tantas veces, mi opinión que híbrida con y se

nutre de mi experiencia en el monte con el ganado y con otros pastores.

El hábitat natural del urogallo en Europa está básicamente relacionado con dos de sus soportes tróficos más relevantes: los arándanos y los pinos. Sorprenderá a alguno que el área natural de dispersión del urogallo en nuestro entorno esté tan estrechamente relacionada con la presencia de alguna especie de pino, pues en Asturias no los tenemos de forma natural en nuestras montañas, pero el hecho es que el Principado y las montañas cantábricoleonesas son una excepción en cuanto al hábitat donde vive esta magnífica ave. Es, pues, digno de análisis comprobar qué ofrece esta tierra a cambio de las ácidas agujas de los pinos. No se trata de

otras especies vegetales que resultan útiles a los urogallos, como el acebo, ya que también se encuentra en otros hábitats donde el ave depende del pino y del arándano. Y se me ocurre que el gallo obtuviera una serie de ventajas de nuestros ecosistemas silvopastoriles precisamente a través de una serie de beneficios indirectos que le aportaba la presencia en los puertos de una especie emblemática de nuestros montes, la que tanto cuesta aún reconocer al biólogo medio

como parte de la naturaleza: el Homo pastorensis. Ya lo soslayan los expertos del informe mencionado antes cuando enumeran entre los factores que pueden estar acabando con el urogallo los “cambios en los usos tradicionales y de manejo del ganado”. Se me puede reprochar que en la actualidad la población más saludable de Asturias es la occidental, donde menos ganado hay, pero esa población también declina. Sólo parece irle bien por “aquí” en Las Omañas leonesas, algo que habrá que estudiar muy detenidamente, aunque el ecosistema difiere al nuestro bastante.

En mi modesta opinión, basada en los conocimientos que ido adquiriendo del monte

directamente y a través de los viejos pastores, que son los que más saben de ello, de mi propia formación académica y del sentido común, la presencia de pastores en los puertos resultaba muy beneficiosa para el urogallo. Si analizamos las gráficas de descenso en ambas poblaciones (urogallo y pastores), van parejas. Cuando en la Braña Gallones (y lo escribo separado para que se note mejor de dónde viene el nombre de esta mayada) había más pastores y más ganado, el urogallo era tan frecuente que era incluso un trofeo de caza para el que fuera capaz de disparar a este animal maravilloso. Cualquier viejo ganadero o vecino en la zona podrá corroborarlo, o si se prefiere se puede acudir a la Gran Enciclopedia Asturiana.

Según una tesis doctoral sobre los movimientos de ganado en Asturias, la carga ganadera para ese y otros puertos próximos ha bajado notablemente respecto a los tiempos donde el urogallo se sentía desde la braña, aunque la proporción de ganado vacuno haya subido respecto a nuestra reciella. ¿Qué cambió, por encima del número de animales que pastan, en ese hábitat?

La respuesta está mencionada en el documento para el Life: el manejo ganadero. En los años setenta del siglo veinte, cuando comienza la decadencia pastoril en el área, los paisanos aún gestionaban el monte a la manera tradicional: hacían quemas controladas de matorral, y ejercían un control poblacional sobre predadores del urogallo y sus huevos (lobos, zorros, jabalíes, etc.). Sé que esta realidad repugna a los prejuicios de muchos, pero es lo que hay.

El control sobre el matorral aporta obviamente más proporción de pastizal apto para el ganado, rebajando la presión que éste hiciera sobre los arándanos (por cierto, un ramoneo de baja intensidad es favorable a su desarrollo), pero sobre todo favorecería una diversificación de los grados de desarrollo en que los brezos y las escobas pueden presentarse, lo cual favorece notablemente al urogallo. En Escocia una de las estrategias para mejorar el hábitat del urogallo

consiste en la quema anual de amplias zonas de matorral, especialmente brezales; con ello se consigue que siempre haya en un entorno determinado zonas abiertas y zonas con matorral bajo, medio y alto, que satisfacen distintos requerimientos del ave. El proyecto Life que pretende resucitar a nuestros urogallos conoce esta necesidad, y promueve medidas en esta dirección

en sus bases técnicas. Además, el control tradicional sobre los matorrales también mantenía claros muchos cantaderos, hoy mayormente cubiertos de matorrales homogéneos. La identificación del ganado vacuno como principal enemigo es, pues, bastante poco certera, pues no se destacan las verdaderas claves. Eso sí, ayudaría mucho a restablecer el equilibrio perdido un control sobre el matorral que, además de los beneficios ya apuntados, devolviera la superficie de pasto perdida desde los años ochenta, apta tanto para el ganado como para los venados. Respecto a los ciervos, estos fueron reintroducidos entre los años 1953 y 1955 en el área que nos ocupa, después de que desaparecieran o casien el siglo XIX a causa seguramente de una caza excesiva, y en 1963 ya eran tan abundantes como para que se abriera la veda. El urogallo seguía siendo abundante en los años setenta. Ya que hasta el siglo XIX y desde hace miles de años convivieron ciervos, ganado y urogallos, con el debido equilibrio de predadores humanos y no humanos, la reintroducción del venado tampoco puede llegar a considerarse la causa del declive del faisán, como llamaban por aquí al gallo de monte. Los prejuicios que existen en algunos ámbitos del ecologismo e incluso de la Ecología como ciencia, más que argumentos científico acertados, son los que desean ver unos montes donde siempre hubo ganado sin ganado. A cambio, un nutrido y creciente grupo de también expertos cada vez se está dando más cuenta del enorme valor que tiene la ganadería extensiva como garante del equilibrio ecológico de nuestros montes. No en vano, SEO Birdlife, organización nada sospechosa de que desdeñe la supervivencia y recuperación de nuestra espléndida ave,

tiene alguno de los mejores defensores de la necesidad de la convivencia del urogallo con la ganadería, y de la conveniencia de ésta para aquél.

Una obviedad y media como colofón que pasa por encima de las presuntas “faltas de referencia para actuar” a las que aluden algunos expertos: recuperemos la gestión tradicional de nuestros puertos para recuperar la tradicional abundancia de urogallos. Y, “siguiendo el principio de precaución” al que algunos expertos apelan para alejarnos de nuestros montes, alejemos de nuestros bosques a los expertos que quieren menoscabar o acabar con la ganadería tradicional.

Juan Antonio Valladares Álvarez, ganadero y doctor en Ecología, presidente de la Asociación deGanaderos Trashumantes de Asturias y coordinador de la Plataforma GEA (Ganadería Estensiva d’Asturies).

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