"Papa-Chicho", Berlusconi y las mujeres
Nunca la política, ocupación tan atractiva y noble de servir a los demás, estuvo tan vilipendiada, tan denostada. Y nunca nadie contribuyó tanto como Silvio Berlusconi a degradarla. A su ponzoñosa doctrina machista pertenecen perlas como por ejemplo la dedicada al entonces presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, por nombrar en su momento tantas ministras: "Demasiado rosa", dijo. Tendrás dificultades por gobernar con tantas mujeres". O aquél descarado elogio del braguetazo, cuando aconsejó a las chicas jóvenes de su partido que, en vez de leer tantos periódicos, se dedicaran a cazar a un millonario. Asimismo, en un posterior rasgo de sinceridad declaró: "Sé que me van a criticar, pero lo tengo que decir. Hacen cola para casarse conmigo porque soy simpático, tengo dinero y soy viejo. Por tanto, heredarían pronto".
Si al mafioso Al Capone lo pillaron por defraudar al fisco, a "Il Cavaliere" va a ser el bunga-bunga lo que le dé la jubilación. Siempre la mujeres han sido la debilidad de Silvio Berlusconi y pueden acabar definitivamente con su farragosa carrera política, que continuamente ha venido encajando amaños, apaños, triquiñuelas y hasta crisis económicas.
En la memoria de muchos españoles Berlusconi se nos aparece asociado a aquellas pizpiretas y expresivas "Mama-Chicho" de los primeros años noventa. Un producto de la factoría del magnate italiano de la televisión privada. Luego se metió en la política de nuestros días y alternó las dos tareas, por supuesto, debidamente conectadas entre sí. Del inventor de la tele-basura, pues, solo podía esperarse la invención de la política-basura, si bien en este segundo cometido no han faltado otros muchos adelantados.
Ciertamente, sus críticos y opositores nunca pudieron imaginar un final mejor para el magnate; en cambio, sus fieles, que los tiene, y muchos, aun albergan esperanzas de que Silvio se libre de la sentencia por el "caso Ruby", que lo condena en primera instancia a siete años de prisión e inhabilitación por cargo público de por vida, además, por prostitución de menores y abuso de poder.
Aunque la sentencia no es firme (y seguro que la va a recurrir), como primer ministro en tres ocasiones y ahora como socio esencial del gobierno italiano actual, en Europa se contiene la respiración por si convierte su ataque de contrariedad en una razón para desestabilizar por enésima vez la gobernabilidad de Italia. Pues seguro que es uno de los ases que se guarda en la manga: la amenaza de arrastrar con él al gobierno de coalición que labró con Enrico Letta.
No obstante ello, cada vez es más evidente que el rey del bunga-bunga puede acabar en la cárcel e inhabilitado de por vida, lo cual sería indispensable para devolver la dignidad a la política italiana.
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