Reflexiones sobre Bruce Springsteen
Bruce Springsteen es tan humano y ciudadano corriente que se asimila a cualquiera de nosotros y con ello todas nuestras contradicciones e inconsecuencias.
Recibió en privado –para que no se hiciera propaganda de ello– a representantes de Caritas, a los que donó diez mil euros.
Sin embargo, por la noche se fue a Quintueles con sus músicos a un hotel de cinco estrellas. Al día siguiente continuó gira con su avión privado.
Se puede decir que son las servidumbres de un espectáculo como éste:
75 euros las entradas VIP, y 58 el resto (multipliquen por 30.000 espectadores) y se acepta porque la celebración colectiva del miércoles 26 era sumergirse en un agradable y consciente sueño cuyo guión ya sabíamos en parte creado por nuestros recuerdos y nostalgia, donde todo resulta como deseamos y queremos.
Da igual –para mí, no– que el sonido fuera malo desde el comienzo.
Al final abandonamos el estadio con una muy agradable sensación, satisfechos, con historias que contar a los amigos y familiares dejando atrás el estadio convertido en un basurero y no sólo el campo, también las gradas, como una metáfora de la sociedad que tenemos y hemos creado.
El epílogo de la vibrante y emotiva noche es quizá más sencillo que lo anteriormente expresado: It’s only rock’n’roll but I like it.
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