A vueltas con la Iglesia
En estos días se multiplican las noticias referentes a la Iglesia, a la nuestra, que todos formamos y así deberíamos sentir, como una gran familia, donde cada uno ejerce su ministerio o su labor en función de su vocación o sus posibilidades personales.
La situación de nuestra diócesis de Oviedo con sus alegrías, sus avances y sus miserias debería preocuparnos y abrir nuestro corazón a la acogida comprensiva no benevolente sino misericordiosa. Pienso que no se trata de cerrar los ojos y callar a lo que no es digno de un cristiano, sea laico, religioso o presbítero, porque eso no nos hace avanzar ni construye el Reino que Jesús proclamó con valentía.
Recordemos la escena del Señor expulsando a los vendedores del Templo. ¿Por qué a veces buscamos que todo quede como estaba no sea que yo también tenga que cambiar mi actitud? Es humano, y seguramente todos hemos tenido experiencias de este tipo en los distintos ámbitos de nuestra vida, pero honradamente pienso que hay que denunciar, desde la comprensión y la misericordia entrañable, lo que impide el avance del Reino.
Me llama la atención la cantidad de noticias en los diarios asturianos, en relación con los cambios de los sacerdotes. Claro que cuando uno está a gusto con su párroco no quiere que se vaya, yo la primera, pero entiendo que es parte de su vida, de la opción que han hecho por Jesús y por la Iglesia. Confío en que quienes ejercen cierta autoridad en ella lo hagan desde su significado más radical, es decir, buscando el crecimiento, el progreso.
Siento que algunas expresiones tanto de laicos como de sacerdotes de nuestra diócesis sean de rechazo, de menosprecio, de crítica. A mí esta actitud no me ayuda. No digo esa frase tan popular: me están quitando la fe, ni tampoco: creo en Dios pero no en la Iglesia. No, creo en el Dios de Jesús y en su Iglesia, y por eso espero que entre todos seamos capaces de avanzar, de buscar nuevos cauces con el solo deseo de que el reino de Dios se vaya haciendo presente en Asturias, con la aportación de todos.
Parecemos a veces a la Iglesia de Corinto, a la que Pablo tuvo que advertir: os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer... ¿Está dividido Cristo?
Con sus fallos y sus aciertos, me ilusiona pensar que entre todos es posible seguir avanzando en la sociedad y desde la Iglesia. Espero ver en estos cambios una esperanza, una voluntad de hacer camino. Los más progres junto a los más conservadores porque la diversidad cuando se vive como riqueza y no con tensión es una Gracia.
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