El traslado de curas
Últimamente están saliendo continuamente críticas en la prensa sobre el reciente traslado de sacerdotes que ha ordenado el arzobispo de Oviedo, don Jesús. No me voy a referir ahora si esas decisiones son acertadas o no. No conozco todas las circunstancias que rodean los casos. Como regla general, es normal -y bueno- trasladar a un sacerdote cuando ya lleva muchos años en una parroquia. ¿Muchos son 10, 20 años? No me atrevo a decirlo. Y cada caso es distinto. Y las posibilidades reales de poder hacerlo, también.
Me quiero referir en este escrito a la apropiación que muestran algunos feligreses de su sacerdote.
La Iglesia del siglo XXI, sobre todo en nuestra vieja Europa, sólo podrá evangelizar la sociedad si el laicado se hace adulto y actúa como tal. Y leer a feligreses quejándose de que se rompe la comunidad, de que las eucaristías de tal cura o de tal otro sí que son cristianas porque las celebra tal cura o tal otro es, perdón por la expresión que no quiere ofender a nadie, muy infantil. Y muy clerical.
Si un sacerdote en una parroquia está haciendo una labor extraordinaria (¿por qué estaba en esa parroquia?, ¿no fue también porque lo nombró el obispo?) y lo trasladan a otra, pues (cuando un amigo se va...) ¡ánimo! Esa tarea la tendrá que seguir desarrollando el nuevo sacerdote -si sabe y puede- y sobre todo los feligreses de la parroquia. ¿Que no se ven capaces?, ¿que no se ven con fuerzas? Habrá que empezar a ir a misa a pedirle esas fuerzas a Cristo muerto y resucitado. Y eso es bueno: volverá a ser el centro de la eucaristía el que nunca debió dejar de serlo.
Ningún feligrés de Santos Apóstoles tiene por qué dejar de ser amigo de Pochi. Le trasladan a la parroquia de Teatinos de Oviedo (un paseo de media hora, Google Map dixit).
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