Una reflexión sobre los cambios parroquiales
En los últimos días está habiendo cierto revuelo por algún que otro cambio en los destinos de algunos de los representantes del clero secular de nuestra diócesis.
No soy demasiado viejo aún, pero en mi experiencia personal ya me ha tocado vivir más de un traslado de un sacerdote querido y de profunda huella y trayectoria, y creo que puedo aportar algo de espaldas al asunto.
Por pensar en algún ejemplo concreto, puedo echar la vista a uno de los casos más sonados, que no es otro que el del padre José Ramón, Pochi, un gran sacerdote que, junto al párroco que se jubila, han tenido el gusto de disfrutar durante tantos años los feligreses de la parroquia de los Santos Apóstoles de Oviedo, donde ha hecho una labor magnífica con los niños y jóvenes -y con los no tan jóvenes también-. No soy feligrés de esa parroquia, pero sí que he tenido el gusto de compartir más de una eucaristía con esa comunidad y ha sido una maravillosa experiencia, con una participación de la comunidad que he visto en no muchas más parroquias.
A mi modo de ver, se ha hecho un gran trabajo en esa parroquia. Y hay que ser optimista. Se abre la posibilidad de que se contagie ese espíritu a una nueva comunidad parroquial como la de Teatinos, y que la semilla sembrada en los Santos Apóstoles continúe germinando en esa comunidad parroquial, porque la comunidad parroquial (los niños y jóvenes, sus padres, los catequistas, el resto de la comunidad,) seguirá allí. Y cuando esas personas crezcan y la vida les lleve a otros lugares y otras parroquias llevarán en su corazón y en su experiencia lo compartido allí y podrán comunicarlo a muchas más personas.
Como ya he dicho más arriba, he vivido esa situación en más de una ocasión. Y he tenido la suerte de encontrar muy buenos acompañantes en sus relevos. Siempre es duro despedirse de un amigo y es bastante iluso suponer que el camino no va a ser difícil sin el carisma del que tanto ha dado a la comunidad, pero no imposible. Como bien decía Pochi en sus eucaristías -y fuera de ellas-, el gran amigo al que la comunidad va a conocer es Jesús y ése sí que siempre va a estar.
Hemos de ser optimistas: agradecer los buenos momentos compartidos, celebrar los que están por celebrar tanto juntos como separados, y hacer acopio de experiencias para compartirlas con los demás.
Espero haber aportado una visión fértil a lo vivido.
Buena suerte a todos.
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