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A los dirigentes responsables.

8 de Julio del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Utilizando la violencia de los recortes demostráis vuestro «no-poder» de la sinrazón. El poder y la razón están en los que se ven apartados siendo discriminados por el desempleo. Ellos tienen el poder de rebelarse para cambiar las cosas y no vosotros. Aunque creáis tener el poder, tan sólo instrumentalizáis la violencia de vuestra banal austeridad nada productiva. Destruís sueños, pero no tenéis el poder si no os lo damos. Podéis usar la violenta herramienta de la austeridad sobre nosotros, pero no tenéis el poder. Somos nosotros quienes, pudiendo quitároslo, os lo damos. Si nos elimináis porque nos teméis, os convertiréis en lo que sois: unos inútiles. Sin nuestra producción y consumo no sois nadie: diezmar clientes y consumidores os es mortal de necesidad. Creéis progresar en medio de tanta austeridad porque creéis ver aumentar vuestra particular cuenta de resultados, pero existen límites y abismos tras los límites. Proclamáis aquello de: «¡el que venga detrás que arree!», y, tan rápido vais, que ya sois vosotros quienes corréis detrás dando giros a la farola que no va a ninguna parte. Creéis beneficiaros justificando vuestro banal egoísmo mientras usáis el nuestro como herramienta, pero la meta de la zanahoria no tiene futuro por mucho que viva el burro motivado a costa de perseguirla. La bondad del progreso tecnológico y científico podría ser real, pero exige ética, intelecto, y otra visión. La automatización de los procesos sería buena para las personas, pero el factor humano ha devenido en innecesario y las personas están siendo ninguneadas con su sufrimiento justificado por el «poder de nadie» (cuando un radar te multa sin intervención del agente de la autoridad y la carta, con acuse de recibo, te llega para demandarte el doble por no haber pagado a tiempo). Un mal día, un sistema informático tomará la decisión de eliminar a una persona por considerarla extraña, y un robot la ejecutará en el preciso lugar donde la tiene localizada sin importarle los daños colaterales. Lo hará de forma totalmente libre de riesgos para el sistema, ya que estará fuera de todo control humano programándose a sí mismo. Se prescinde así de las personas: se las despide, se las borra, se las sustituye por máquinas, y desaparecen tragadas por el desempleo, la pobreza, la necesidad, y con sus vidas siendo automáticamente observadas por el sistema. Como esa «dominación de nadie» ya existe, nos queda el terror, el estrés, y vuestra traición de irresponsables. Colaboráis entre vosotros para dominarnos a nosotros: los clientes, los consumidores, los afiliados, la causa de nuestros éxitos, los obedientes, las gentes que os siguen por temor a perder su supervivencia. Es así como mantenéis vuestro privilegiado y egoísta modo de vida: poseyendo las herramientas para ejercer esa dominación que es vuestra única ambición. Pero sin bondad, no hay futuro. Vuestra arrogancia no ve que la bondad de un producto es lo importante, sino la vanagloria que inducís por medio de vuestra propaganda a la masa, para que la «exclusividad» de la quincalla que ofrecéis sea de vuestro exclusivo beneficio. Para vosotros la bondad de una norma como consecuencia de un pensamiento adecuado no es importante, sino la necesidad de que sea obedecida a toda costa. Escucha estúpido dirigente, la automatización de procesos ya se ha vuelto contra ti, la inteligencia artificial ya toma decisiones sin contar contigo y lo hace contra el que consideráis pequeño hombrecillo de la calle. Un hombrecillo que terminará por desobedeceros negándose a ser instrumento de violencia sobre su próximo. La banalidad de tanto egoísmo es tan global, que hace que no digamos nada cuando no nos toca a nosotros, entretenidos como estamos por las migajas que caen de vuestra mesa. Vuestra falsedad es tan visible, que vemos como aumenta vuestra riqueza a causa de vuestra constante cooperación llamándola rescate o subvención, y nunca os preocupáis de subvencionar a las personas o a las pymes, sólo vuestros absurdos proyectos causa de nuestra necesidad. Pero nosotros, los pequeños, acabaremos cooperando también y votaremos en vuestra contra. Desapareceréis, no os quepa duda: sois el fracaso.

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