Hipocresía

22 de Julio del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

No sabemos a ciencia cierta si los humanos emplean la hipocresía para engañarse a sí mismos o para engañar a los demás. Admitamos, en todo caso, que entraña un trabajo teatral cuasi constante para interpretar un papel opuesto a la esencia intrínseca de la honestidad. Recordemos que la honestidad es la capacidad de obrar bien en las distintas relaciones y actividades que habitualmente mantienen las personas; es decir, estar e interactuar bien con los demás, donde resplandezca la verdad y la transparencia con uno mismo. Ser falsos con los demás no es ser fiel a uno mismo.

Subtítulo: De las mentiras y la capacidad de fingir

Destacado: Si bien a la franqueza, en determinados momentos, conviene secuestrarla, entendemos que la hipocresía, si no se le pone filtro, crea adicción y se acaba por no saber convivir sin ella

Inmediatamente después formulamos la siguiente pregunta: ¿El hipócrita nace o se hace? De la misma forma que se puede hablar de mentirosos compulsivos, también hay que hacerlo de hipócritas compulsivos; al fin y al cabo, la hipocresía se elabora a base de mentiras y de fingir. No obstante, nos inclinamos a pensar que el hipócrita lo es por propia voluntad o deseo, no por exigencias del guión de la existencia, cuando mejor sería buscar una vida sencilla, sincera y honesta. Otra cosa es que, en algunos casos, aunque sea por cortesía, no se deba llamar las cosas por su nombre para no importunar, mejor almibarar las situaciones que así lo requieran; precisamente por eso no se debe alardear de sinceridad.

Si bien a la franqueza, en determinados momentos, conviene secuestrarla, entendemos que la hipocresía, si no se le pone filtro, crea adicción y se acaba por no saber convivir sin ella. Este vicio, tras acostumbrarse a afectarle a uno mismo, puede llegar a serlo con los demás. Y como por él no se sufre castigo, salvo el que pueda representar la indiferencia, incluso rechazo, consiguen hasta inventarse cosas y creerse sus propios mitos. El autoengaño hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios actos. Es más, algunos seres afectados por la teatralidad de la hipocresía adquieren el hábito de fabular creando situaciones y escenas que no son sino producto de la imaginación. Vamos, como el personaje de Antoñita la Fantástica. Esa debilidad traducida a falsedad en el comportamiento en la sociedad describe, sin lugar a dudas, no sólo la falta de verdad, también de autenticidad de las personas. Por tanto, ante situaciones de dudas desinformación o ignorancia, abstenerse ni de sucumbir mínimamente a la práctica de la hipocresía. Ya se sabe que es más aconsejable guardar silencio y parecer tonto, que hablar y disipar la duda, en este caso, la hipocresía.

Dos de las áreas de la vida humana en las que mayores brotes se producen rasgos de hipocresía –ya lo habrá adivinado el lector– son la política y la religión; aquí no sólo se ejerce ese fingimiento poco edificante, por insustancial, sino que su utilización daña la propia imagen, aunque socialmente también pueda proporcionar réditos. La inteligencia nos brinda la oportunidad de pensar y así elaborar nuestros propios criterios en la frondosa senda de los ideales. La política se puede convertir en un jardín botánico de la hipocresía, donde las plantas florecen prematuramente cuando el sol de la oportunidad así lo aconseja a los conversos y arribistas; otra cuestión es la evolución racional. Y en cuanto a la religión, no son tantos los que la practican con devoción de la fe para la salud del espíritu como los que sin convencimiento aparentan la condición de creyentes; hasta se ejerce como hábitos sociales, no espirituales. A partir de aquí, dejo al lector que reflexione por su cuenta en lo que atañe a la política y a la religión.

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