Un festival sedicioso
Se celebró no hace mucho en Barcelona, pagado con las perras de los contribuyentes españoles, y el cobarde consentimiento de Rajoy y su cuestionado Gobierno. Esa locura separatista del Mas y sus comparsas ha llegado ya a unos extremos que hay que detener sin más gaitas ni contemplaciones. ¿Cómo y de qué manera? Pues como determina la Constitución y tienen que hacer cumplir los gobernantes. Hasta ahora, nulos, y verdaderos responsables de que esta bola de nieve separatista, falseando historia y diciendo gilipolleces, haya llegado a tomar tan gigantesco y peligroso volumen. Los mayores responsables han sido Aznar, Zapatero y ahora Rajoy. Aznar, porque le interesó contentar al Pujol y sus secuaces, con los que pactó una gobernabilidad. En cuanto a Zapatero, bueno, éste sí que alimentó a la fiera separatista, que culminó con el anticonstitucional Estatuto, madre del cordero secesionista. Respecto a Rajoy, ante las bravatas del reyezuelo Mas y sus socios de Gobierno, que ya amenazan con crear un Ejército propio y todo, lo que parece no importar al inquilino de la Moncloa, que sí es enérgico y bravucón a la hora de pegar recortes, tijeretazos y agobiar más aún al ciudadano con más impuestos.
En ese casposo festival, atiborrado de banderas separatistas –el Mas y los suyos deben de tener esa bandera hasta como pijama, en sus dulces sueños separatistas– intervinieron cantantes de perra gorda, que más que música vomitaron su odio a España, posiblemente bien retribuidos por ello. El Diango se llevó la palma, y posible pérdida de contratos fuera de Cataluña. Hombre, el Ramoncín, que va de listo por la vida, ávido siempre de público y cámaras, se despachó con «Visca Cataluña» y un «Viva España republicana» ¡Toma del frasco, Mariana! Como el citado no canta un pijo, se destacó con este par de eructos. El Ramoncín de las nalgas, que nada pintaba en ese cutre festival, ha demostrado tener dos caras: una para los enemigos de su país, que seguro que le soltaron la guita, y la otra para una cadena de televisión, que tira hacia la derecha, en la que él aparece todas las tardes, com habitual tertuliano, con otro cantar político distinto. Y es que el Ramoncín, que ahora es un Ramonzón, cambia de color como un camaleón. Su ideología, como la de tantos otros, depende de las perras que vengan al cajón.
Con todo lo que nos está cayendo, una crisis salvaje, corrupción a todos los niveles políticos, un separatismo montaraz, paro, hambre, necesidad y unos gobiernos desastrosos, ¿qué imagen estamos dando al resto del mundo, Facundo? Pues la de un verdadero país bananero.
Ricardo Luis Arias
Aller
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