Casos Bretón en el mundo
Las imágenes del juicio al padre de los niños desaparecidos en Córdoba recuerdan la picota de las plazas de los pueblos en la oscura Edad Media, donde todos iban a presenciar el linchamiento de un criminal. La inexpresiva cara del acusado se nos presenta como reflejo de un mal que nos cuesta aceptar a todos, pero no ahondamos en el origen y causa de esos hechos para poder comprender, aprender y remediar.
Somos por naturaleza inquisidores ya sea religiosos (iglesias) o civiles (penalistas), y no se analiza la vulnerabilidad del ser humano hasta poder llegar a matar a los propios hijos.
El tribunal podrá condenar por el delito de asesinato, pero nadie puede abarcar los crímenes contra la propia humanidad, catástrofes humanitarias provocadas por nosotros. Todos somos víctimas y verdugos del nazismo, racismo, violencia de género, nacionalismo... Por justificar o condenar. ¿De qué sirve el Tribunal Penal Internacional si en la televisión vimos el linchamiento de Gadafi? Las instituciones están en crisis porque las creamos y alimentamos nosotros mismos, falta comprensión y trabajar juntos por un mundo mejor donde la luz luzca en medio de las tinieblas, trabajar unidos por la paz en las familias y en los pueblos, y no ser gregarios de ideologías que sólo muestran una moral burguesa decadente.
Frente a la banalidad del mal me quedo con el beso de la madre del acusado a su hijo, signo de esperanza, donde el silencio es más grande que las palabras, que ocultan la riqueza de la realidad.
Elvira García García,
Oviedo
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