El Centro Asturiano de Oviedo, joya patrimonial ovetense
Allá, en la ladera de lo alto del monte Naranco, siguiendo la ruta prerrománica de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, como vigía y faro de la ciudad de Oviedo, un edificio construido en sus orígenes por el amor, la nostalgia, el sentimiento por su tierra asturiana, de aquellos quienes se habían ido «buscando hacer fortuna» a las Américas y en su principio a La Habana, se encuentra una de las joyas del patrimonio ovetense: el Centro Asturiano de Oviedo.
Joya que, contemplada desde la lejanía, emerge bella y señorial, la estoy viendo desde mi salón en la ciudad, un privilegio, claramente, por su singular arquitectura entroncado en la madre naturaleza. En el lugar, un recinto asentado en verdes praderas, arboledas, jardines, terrazas y amplios espacios desde donde contemplar la ciudad y pueblos adyacentes, que uno mismo, visitante intermitente y quienes me acompañan en la visita, exclaman cautivados: «¡Los jardines de Babilonia» antigua maravilla del mundo! Joya, por la estructura dinámica de su organigrama, sus socios, el conjunto de actividades que se realizan durante el año en los diversos, cuidados y extensos compartimentos; salones, sala de actos múltiple, convertible en capilla, cine, teatro, sala de asambleas y conferencias, zona de adultos, de niños y menos niños, de bebés, bibliotecas, salas de ensayo de la magnífica Coral de mayores y también de menores, salas de exposiciones, piscinas, pistas de pádel, de tenis, bolos de nuestro acervo, campos de fútbol, minigolf, barbacoas y merenderos, discoteca, salas de juego, restaurante, buena cocina y diligencia en el servicio y las maravillosas terrazas dando gozo a los sentidos, contemplando la ciudad, aledaños y montes del Aramo con las Ubiñas descollando, intentando acariciar el propio cielo.
Joya porque el Centro Asturiano de Oviedo con su programa de actividades participa de forma sobresaliente con sus iniciativas, concursos literarios, galardones empresariales, distinciones, competiciones deportivas, conferencias y cursos, exposiciones de arte, certámenes, celebraciones, en la vida social y cultural de Oviedo merced a la encomiable función de quienes con conocimiento, mimo, talento y sensibilidad, dirigen, y bien, una sociedad de esta magnitud. Dieciocho mil socios, me han dicho, miembros privilegiados, diría yo.
Cuánta innovación y mejora desde que, hacia el año 1974, asistí, por primera vez, al primer congreso de sociedades asturianas en el mundo.
Familiares venidos de Madrid y la Mancha, y yo mismo, solicitamos la visita a las instalaciones a su presidente Alfredo Canteli, persona afable, activa y resolutiva, al que distingo por sus valores humanos, y en el orden público, por su disponibilidad y capacidad de gestión, al frente del Centro Asturiano de Oviedo, como lo hizo en su actividad profesional, quien amablemente me brindó la oportunidad de poder mostrar a mis invitados este incomparable «monumento recreativo»; invitados que se llevan una gratísima impresión, y, por supuesto, agradecidos por el trato y atenciones recibidas y por abrirnos la puerta al balcón de tanta belleza, la propia del lugar y la que se desprende del paisaje que se divisa, sustentada por una consistente, excepcional, organización participativa. Tito hizo de admirable anfitrión. ¡Gracias, Canteli, gracias, Tito!
A los socios, entre los que cuento con muchos amigos, les digo: seguid disfrutando de las excelencias que ofrece esa «joya de complejo» que tanto bienestar reporta y donde tantas iniciativas desplegáis para deleite personal y de la sociedad. ¡Sois formidables! Lo dicho: el Centro Asturiano de Oviedo es una «joya patrimonial ovetense».
Arturo Arbesú García
Oviedo
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