Covadonga

29 de Julio del 2013 - José Manuel Gómez Tuñón (Oviedo)

No extrañe que la desencantada sociedad arroje el guante a los pies de la olvidada Covadonga. ¿Quién lo recogerá? La izquierda dominante no traicionará su ideología. La derecha ni está ni se le espera. El perpetuo guardián ora en silencio. Nadie. Olfato, fe y riesgo recelan de esta apuesta ganadora por sí, siendo, además, puerta triunfal de un territorio con carga de trabajo al rebufo de historia y naturaleza. La depauperada economía puede hallar aliviadero potenciando la zona de Cangas de Onís a Panes por el Norte, hasta la crestería de los tres macizos de los Picos de Europa por el Sur.

Al Principado compete el desbroce con unanimidad en la intención, acción e implicación en el plan, desechando ecologismo de salón y primando a la dirección que tiemble ante la cuenta de resultados. Cuando la cosecha de infraestructuras, equipamientos y publicidad (nada de asfalto, adosados, etcétera, en la montaña) sea fiable, la iniciativa privada rellenará vacíos, empezando por Covadonga. El Parque Nacional influye aquí pero, si querer es poder, «vayan leyes do van reyes» que todo se concilia por el bien de Asturias, salvo si tercia la ruindad. Recordemos.

La izquierda ha dominado la autonomía, excepto en la legislatura presidida por el señor Marqués (que en paz descanse) que, de inmediato fijó rumbo y acción. Covadonga y su entorno brillaban en la agenda. El increíble funicular de Bulnes; mejora de carreteras; proyectos de acceso rápido y cómodo al Real Sitio y otros para equipar la montaña hacia los lagos, sin descuidar al resto de Asturias, se contrastan en hemerotecas. Pero no tuvo tiempo a más. Sus correligionarios lo asaron y comieron en la plaza pública bastante antes de finalizar el mandato. Muy pocos se hicieron el harakiri. Los restantes, ¿«servidores públicos»?, siguen viviendo de los votos. El cainismo destrozó a Covadonga, que llora menospreciada.

Don Pelayo (¡ah Córdoba, nuestra cara y cruz!) escribió en este lugar el primer capítulo de la Gran Historia de España. Nos hizo españoles. Las instituciones, religiosa y política, están obligadas a mantener viva la llama de la hazaña. Siendo buena la atención espiritual del clero secular, mejor estaría en manos de Orden Monástica por el empuje monolítico de obediencia reglada. Es pasar de «empresa pública a privada» sin perder la esencia. La influencia en el Santuario y la comarca sería palmaria.

La institución política debe abrir en los presupuestos anuales, por ley consensuada, el epígrafe «Covadonga», vinculado al mantenimiento y creación de infraestructuras y equipamiento en el Real Sitio y su entorno, sin necesidad de acudir a aleatorias subvenciones.

Esta implicación blindará Covadonga contra el acoso de una tropa, afín a la que se las tuvo con Santiago-matamoros, que exalta al oso antimonárquico en Cangas de Onís. De ahí a exponerlo cercano a la Santina, un paso. El siguiente, reemplazar a don Pelayo por el traidor don Opas. A esto llegaremos si deterioro y olvido dificulta al peregrino alcanzar la Cueva donde anida «el alma del pueblo español».

Si no estamos capacitados para crear, copiemos de Santiago de Compostela y de su influencia religiosa y económica para Galicia. Entierren los políticos colores y herencias (qué dolor la Ciudad de Perlora) y caminen en la misma dirección. La marca Asturias ganará escala invirtiendo en Covadonga y sus dominios. Recojan el guante y acepten el desafío.

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