La corrupción como cortina de humo
La corrupción y su masiva difusión por los medios es como tinta de calamar que enturbia la visión de la realidad y de sus causas. Por ejemplo, se lee que el señor X ha sustraído 45 millones, es decir, un euro por español, y eso nos irrita, y nos ciega. Y los medios y las tertulias nos lo cuentan a todas horas, junto al cruce de reproches de los partidos. Pero ¿aún no comprendemos que existe una «entente cordial» para encubrir un pacto sobre privilegios comunes, procurando que el súbdito se distraiga con sus rifirrafes, sus corruptelas y sus mutuos reproches? ¿No es evidente que un Gobierno llamado progresista ya inició la misma senda que ahora se amplía? A este sistema se ha dado en llamar partitocracia cleptocrática.
La definición de la RAE del concepto corromper es «sobornar a alguien con dádivas o de otra manera». El diccionario de Manuel Seco añade la siguiente acepción: «Hacer que alguien se aparte de los principios morales o de conducta honrada», la cual, sin devaluar la anterior, define mejor la sumisión del poder político al poder económico (y militar) de los grandes «trusts» y «lobbies», verdadera causa de una «crisis», que está llevando a la extrema pobreza a gran parte de la humanidad, a una gradual desaparición de las clases medias y a un incremento de magnates. Dicha sumisión es, a veces, impuesta por los amos del mundo, y otras veces es aceptada gustosamente, como un mérito para un futuro premio por buena conducta; por ejemplo para acceder a altos cargos en grandes empresas transnacionales, o en organismos políticos o económicos internacionales, cerrando así un círculo vicioso de largo recorrido, en que izquierda y derecha se confunden.
–Pero, con toda su gravedad, no es la corrupción, en los términos aquí definidos, la causa de los males de hoy; sólo es un síntoma más. El problema es el sistema universal de gobierno que los griegos denominaban «kakistocracia», es decir, el gobierno de los peores, en contraposición a la aristocracia; el de los mejores.
–Y, dada la actual estructura de los partidos y de las relaciones internacionales basadas en la sumisión, no es fácil que los mejor dotados –ética e intelectualmente– quieran integrarse, para cambiarla, en la estructura jerárquica de un sistema tan endogámico y esclerosado como el actual.
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