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Igualdad y bienestar

6 de Agosto del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

La máxima corrupción es abandonar la libertad e igualdad de oportunidades que, para todas las personas, brinda el llamado Estado del bienestar. Esa corrupción se establece por la deformación moral del que cree que si su libertad tiene éxito, su libertad debe ser mayor a costa de la de los demás, pero no porque los demás se la den, sino porque usa su éxito y su poder para establecer esa norma que supone su derecho a imponerse. Ciertamente, al que tiene éxito, debemos darle la mayor libertad posible, pues permitirá, en comunidad, bienestar para todos. Pero esa mayor libertad no debe imponerse a costa del sacrificio de la libertad de ser y existir de los otros, porque esa explotación en un mundo tan global acabará siendo destrucción también para él. En el lado contrario están los que, dogmáticos como los anteriores, niegan la libertad y la igualdad de oportunidades, que sólo en la libertad crece. Creen en la justicia social de un poder restrictor e igualitario, impulsor de criterios únicos e inalienables; y se equivocan.

Si hacemos una comparación con la conducta de las aves –tales como los estorninos y los gansos– vemos que tanto en el primer caso «liberal» cuando se extralimita, como en el segundo caso rígido y «burocrático», se pueden acabar formando estructuras en «V» características de los gansos. En una bandada de estorninos, esto ocurre cuando el más decidido convence a un número creciente de seguidores para ir en una determinada dirección acelerando la bandada que, así, se mueve más rápido estirándose. Pero, a pesar de esa diferencia formal entre la forma de volar de los estorninos y la de los gansos, los unos son flexibles y adaptativos, los otros no; el propósito de hacer sobrevivir a la especie lo han conseguido por igual tanto los unos como otros. ¿Cuál es entonces el motivo del éxito? Pues la ética de su conducta. Sí, aún tenemos mucho que aprender del comportamiento animal si queremos racionalmente superarlos. Pues si los líderes más fuertes de una bandada de gansos hubiesen menospreciado el menor esfuerzo del último de sus seguidores y lo abandonara, los gansos, al igual que los dinosaurios y a pesar de serlo ellos mismos, no hubiesen sobrevivido. Lo mismo ocurre con la bandada de estorninos cuando defienden su común unidad: si el más fuerte y decidido decidiese irse en una dirección junto a unos pocos seguidores estirando la bandada hasta desgarrarla, orgullosos, creerían tener éxito, pero débiles y solos morirían en las garras de un halcón que sabría cómo escoger a las víctimas que vuelan así divididas.

Que no nos engañen con la defensa dogmática de estructuras formales de «izquierdas» o «derechas», porque no son relevantes. Defendamos la común unidad de las personas, y demos la oportunidad de ser y existir a los aparentemente desfavorecidos; porque, según las circunstancias siempre cambiantes, mañana mismo, como en un Detroit en bancarrota, podremos ser nosotros los desfavorecidos.

Europa no debe dejar que desaparezca el Estado del bienestar. Abandonar la ética solidaria que representa ese Estado del bienestar es la máxima corrupción que podemos imaginar, el máximo engaño que se nos puede hacer a las personas que apostamos por un buen futuro para este viejo mundo y continente. Unidos podremos enfrentarnos a ello. Por eso, en España, la máxima corrupción la representan los separatismos, y los máximos errores son haber convertido los servicios públicos de la sanidad, la educación, y la formación ocupacional permanente, en auténticos reinos de taifas. Porque esos servicios públicos son los que promueven una autentica igualdad de oportunidades entre las personas; dándoles libertad para ser y existir, y procurando su productividad. La situación del desempleo, sin reparto de riqueza y trabajo, es de una brutalidad canalla. Y ésa es la máxima prioridad.

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