Comparecencia a remolque
Al fin el presidente del Gobierno se ha decidido, aunque sea un tanto forzado, a dar cumplidas explicaciones en la Cámara sobre el caso Bárcenas.
Sí, el próximo 1 de agosto puede ser el día D de Mariano Rajoy. Día en el que tendrá que dar las explicaciones que rehusaba hacer hasta entonces, y en el que se tendrá que ver las caras con una oposición decidida a utilizar las preguntas más mordaces e hirientes para tratar de sembrar dudas sobre su honorabilidad y del partido que dirige.
Mariano Rajoy tiene pues sobre sus espaldas la responsabilidad de conseguir credibilidad para él y para el PP sobre los que existen sombras de sospecha, ya que hasta ahora los dirigentes del partido no han sabido defenderse con la suficiente resolución y mano izquierda o no han conseguido que se les otorgara luz verde para exculparse.
Porque, por amor de Dios, Mariano, ¿hasta cuándo creía usted que podrían aguantar los rivales políticos su mudez, su terco silencio? Desde luego ha sido usted muy libre de mirar hacia otro lado y callar, pero la oposición no, bajo pena de hacerse cómplice de una grave situación en la que, lógicamente, nadie quiere hacerse cargo de las culpas de otro. Aquí no hay más ley que la que manifestó en su día la señora Cospedal: "Que cada palo aguante su vela". Y la vela-culpa de Luis Bárcenas, Mariano, puede ser suya y cada vez más suya.
El Parlamento no puede enmudecer porque ello, que puede ser cómodo y desahogado para usted --aunque no provechoso, créame--, coloca a los demás en simples espectadores, sin voz ni voto. Y eso, políticamente Mariano, es muy dañino. Aunque sea por mero oportunismo.
Algo semejante a lo que usted mismo ha hecho en situaciones parecidas. El guión de su inexcusable comparecencia parlamentaria, señor Rajoy, ya está escrito en el diario de sesiones del Congreso de los Diputados aunque ahora esté usted sentado en diferente poltrona. Le toca.
Se encontrará, presidente Rajoy, con una oposición de izquierdas que le tiene ganas, aunque a decir verdad los nacionalistas no ocultan su preocupación ante un posible gobierno del PSOE y partidos marginales que llevaría al país al abismo precisamente cuando su intransigencia y excesivo rigor están logrando unos primeros resultados que dejan pensar que puede haber salida a la crisis a medio plazo.
No caben medias tintas en esta comparecencia parlamentaria. Se equivocaría si tratara de hacer un balance de su gestión de gobierno o pretendiera arremeter contra la herencia recibida pues ese ejercicio ya lo ha hecho sobradamente en el tiempo que lleva en Moncloa, y lo que quieren los ciudadanos es que explique con claridad qué ocurría con los dineros del Partido Popular; si su partido está limpio de irregularidades; si circulaban los sobres con la facilidad que asegura el ex tesorero y algunas cuestiones más de parecida índole. Es evidente que a Luis Bárcenas corresponde aportar las pruebas de sus graves acusaciones, pero a usted le toca tranquilizar a quienes tienen al PP por una agrupación seria y con sus cuentas en orden.
Su silencio estaba generando ya enfado entre quienes, dentro del Partido Popular, creen en la transparencia y en la honradez de su gestión. Que no es solo no lucrarse personalmente, sino poner los medios para que ello no ocurra. Y rendir cuentas cuando se lo pidan. No solo cuando usted lo crea conveniente.
Al propio tiempo, permítame recordarle, señor Rajoy, que el catón de la democracia exige que el presidente del Gobierno se explique con cierta frecuencia en el Parlamento y la oposición ejerza su papel de crítica y control al Ejecutivo. Todo ello, como bien sabe, va incluido en el sueldo.
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