La tijera que sacrifica educadores
Me gustaría escribir esta carta dedicada a todas mis compañeras, las educadoras, y a las familias que tanto confían en ellas.
Soy educadora infantil en una escuela de Asturias, no creo que importe cuál, porque todas estamos en la misma situación de desolación. Escribo unas palabras para intentar liberar la tristeza que me invade por tener que haber visto a muchas de mis compañeras abandonar hoy el centro, ¡a lágrima viva!, ante la impotencia de gritar y no sentirse escuchado, de luchar y sólo llevar palos, cada día más, sin control...
Hoy no era día de decir «¡hasta nunca!», sólo «¡adiós, felices vacaciones!».
¿Y los niños?... ¡Con qué derecho se les quitan sus referentes a aquellos que ya han pasado por una dura adaptación!... ¿Acaso no es suficiente tener que separarse de sus familias con apenas 4 meses de vida porque las circunstancias familiares así se lo exigen?
¿Y los padres?... ¡Se han preguntado desde la Consejería lo que supone para ellos el saber que sus hijos, después de haber llorado por separarse de ellos y ver su adaptación a la escuela y su bienestar (ganado poco a poco) con la educadora de referencia, van a estar con menos personal y, además, seguramente desconocido!
Quiero mandar un mensaje de fuerza, de ánimo, de aliento, porque es lo que ellos quieren, que nos callemos, y no nos vamos a callar, no pararemos hasta destruir la tijera sacrificadora, letal, brutal, que la Consejería, a tres días de las merecidísimas vacaciones que todas tenemos, ha sacado a rebanar cabezas cual guillotina inquisidora. ¡Vamos a poder con ellos!
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