El desatino del Carmín
En esta vida lo más fácil de todo es que no gane uno para disgustos. Me cabreé como una mona después de leer en este medio de comunicación el revuelo montado por las declaraciones del presidente de Festejos, Jenaro Soto, sobre el cobro y acotamiento del prau del Carmín. La propuesta no ha transmitido la voluntad de los vecinos, pero es enfocada como es habitual en él, que no desconoce en qué longitud de onda se mueve, para hacerse notar. Sinceramente (enhorabuena), logró salir totalmente indemne de un desatino como éste.
No sé si es que mi espíritu está formado en una época pretérita, que me saltan las alarmas cuando leo estas noticias. Los que llevamos incorporados en nuestros genes el cariño y el respeto a las cosas que se tienen regalo de la tierra donde naciste, la propuesta formulada por el señor Soto es una falta de lealtad a la tradición y de respeto al pueblo, de una persona que no merece estar ahí. Es para pedirle explicaciones de qué tipo de compromiso tiene o qué clase de tomadura de pelo es ésta.
El Carmín forma parte de nuestro esqueleto, y alberga recuerdos y sentimientos de todas las edades. Tiene historia y tradición que deben ser respetadas. En el Carmín combina y convive lo nuevo y lo viejo, lo local y lo foráneo en un espacio en el mismo prau. Y todo lo que hable de ampliar espacio aporta cierta dosis de coherencia. Acotando, cerrando o dividiendo acabará, señor Soto, cargándose la romería del Carmín, como Afinsa se ha cargado el mito filatélico. Un grupo plural de indignados abrió ya el abanico de protestas levantando los controvertidos acotamientos en el prau. Ahora en sus manos está evitar que el grito de protesta no se convierta en eco insistente que termine arruinando la burbujeante historia de una tradición. La romería del Carmín tiene continuidad y auge si se pone fin a los privilegios. Ni acotar, ni cerrar, ni dividir. El prau es una romería popular y no tiene sentido alguno terreno acotado para nadie. Y termino con aquellas palabras que decía San Pablo a los gálatas:
«Atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente».
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