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¿Dónde estaban los curas?

6 de Agosto del 2013 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

Cuando a las 6 a.m. del «Día de Santiago Apóstol» sonó mi despertador (modo radio) me fui enterando de la noticia dolorosa del descarrilamiento del tren Alvia cuatro kilómetros antes de Santiago de Compostela. Todo eran datos crecientes de los fallecidos y heridos; seguidas de las noticias de la solidaridad de nuestro pueblo de a pie de sus alrededores y de los agentes sanitarios, los médicos y enfermeros y ambulancias; de los bomberos, que abandonaron su huelga, para acudir rápido a apagar el fuego y recoger a fallecidos y a personas impedidas o con graves heridas; así como los voluntarios de la Asistencia Civil.

También se hicieron presentes los psicólogos para, con su trato y palabras, ayudar a superar nervios y angustias de familiares ante sus muertos o familiares todavía encerrados en el amasijo de vagones estrujados; y con ellos el coordinador de esos equipos de psicólogos. Y hoy hemos visto también al presidente del Gobierno; y al alcalde de Santiago abandonar el acto que, ayer noche, inauguraba la fiestas en honor del santo apóstol, para acudir a la tierra y las vías todavía manchadas de sangre, lágrimas y lamentos.

Viendo a todos esos samaritanos allí, me pregunté: ¿Dónde estaban mis hermanos los curas? ¿Dónde estaban nuestros coordinadores llamados arciprestes, vicarios u obispos? ¿Es que todos estaban durmiendo como yo? Pero en los hospitales de Santiago hay, al menos uno, sacerdote-capellán del centro, de guardia; quizás estaba atendiendo a los heridos que iban llegando... Seguramente avisó al señor cardenal y a otros sacerdotes cercanos y al párroco del lugar... Pero, ¿cómo no los hemos visto en ese lugar consolando al triste, calmando nervios, atendiendo a moribundos con los sacramentos, poniendo paz en sus corazones o muriendo en sus brazos, a falta de los familiares, como hicieron tantos curas de aldea recorriendo caminos embarrados por lluvia o pisando nieve ? ¿Y cómo los corresponsales de los telediarios, de España al menos, no los presentaron ni entrevistaron?

Ciertamente, se nos pidió que los tuviéramos presentes en las misas y oraciones; estuve en una de ellas, aunque en la que tuve que celebrar sustituyendo al párroco, nos acordamos y hubo quien se echó a llorar. Así es nuestro pueblo que, de estar también allí, se hubieran manchado sus trajes y manos de sangre como le ocurrió al Papa Pío XII cuando, tras el bombardeo de Roma, bajó a la plaza de San Pedro para, como buen samaritano, levantar a los heridos y sufrir con su pueblo, su Iglesia. Levanto mis ojos al monte Naranco, veo el Sagrado Corazón de Jesús y me pregunto: «Señor ¿dónde estaban mis hermanos los curas?». Si por no conectar alguna emisora que citara la presencia de los sacerdotes allí, atendiendo a heridos y familiares, les pido perdón a esos que sí estuvieron.

El viernes 26, antes de terminar, oímos desde las 6 p.m., que tanto el Santo Padre Francisco I, como los señores cardenales de Santiago, Madrid y mi arzobispo de Oviedo, unos enviaron su condolencia en mensajes llenos de misericordia; y los que allí estaban se acercaron a hospitales y demás a abrazar y consolarles; asimismo nuestro Rey, don Juan Carlos.

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