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El cuento de nunca acabar

20 de Agosto del 2013 - Marta Rodríguez Alba (Oviedo)

Érase una vez una escuela infantil a la que acudían muchos niños y muchas niñas. Sus papás y sus mamás habían decidido llevarlos a esta escuela para poder conciliar su vida familiar y laboral, pero además les gustaba el lugar: una pequeña casita azul rodeada de un espacio verde con árbol incluido, un pequeño jardín y un patio al aire libre para hacer las delicias de sus niños y niñas gateando, corriendo, jugando al escondite, echando pequeñas carreras con las profes.

Eso no era todo, dentro de la casita azul sucedían todos los días cosas mágicas: había cuentos, canciones, actividades de experimentación, masajes, psicomotricidad, un cesto con muchos tesoros y todo tipo de juegos que todas las profes preparaban con mucho cariño y esfuerzo para que los pequeños protagonistas fueran descubriendo poco a poco el complicado mundo que les rodeaba. Las profes también tenían otro deber que cumplir, debían satisfacer todas las necesidades que los pequeños pudiesen tener. No sólo bastaba con alimentar, asear, atender el sueño con mimo y delicadeza, una buena disposición era imprescindible y mantener siempre los brazos abiertos para un posible abrazo de emergencia y una gran sonrisa para alabar los logros era una misión importantísima. Y, esto, como os imaginaréis, era el pan de todos los días.

Esto, claro está, era posible gracias a la colaboración que existía en las aulas entre las profes, se ayudaban, elaboraban fantásticos proyectos con los que alimentar la curiosidad de sus niños y niñas. Pero, como en todo cuento, siempre hay un malo que pretende romper la armonía existente, y, en este caso, el clan político quería recortar todos estos derechos a los pequeños héroes de la escuela. Porque ya no sólo bastaba con recortar gastos en material de trabajo, a lo que las profes respondían con ingeniosas alternativas o con ayuda de los papás y mamás para cumplir con los objetivos de cada proyecto. Ahora su plan destructor consistía en recortar lo que no debería ser recortable de ninguna de las maneras: la atención, el cuidado y la enseñanza que las profes daban a sus niños y niñas. Querían que muchas de estas profes se fuesen de las escuelas.

¿Cuál sería la manera de hacer ver el error tan grande que cometía el clan político? Pues no sabemos si les basta, señores políticos, pero ni mamás, ni papás, ni educadores/as estamos de acuerdo con sus planes, con sus recortes. Porque la educación de los niños comienza en los primeros meses de vida sentando las bases para un futuro desarrollo integral (cognitivo, motor, afectivo, social) del individuo. La educación es un derecho, no un privilegio, y no estamos, ni en lo más mínimo, de acuerdo con que destruyan el gran esfuerzo que todos dedicamos en nuestra labor educativa.

Como educadora de esta escuela de 0 a 3 años, en Grado, y como mamá de un niño de 18 meses que disfruta al máximo de su estancia en ella con todas sus profes, quiero pedirles que recapaciten y tengan en cuenta todas nuestras demandas. Y animo a mis compañeras y compañeros de otras escuelas a seguir luchando por ellas, porque, además de ser un gran apoyo para mamás y papás, cumplen un valor educativo incalculable. También, mostrar todo el agradecimiento posible a toda la gente que comparte nuestra inquietud y nos está ayudando a que esto no se convierta en el cuento de nunca acabar....Las educadoras no somos recortables.

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