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¡Al infierno con ellos!

5 de Septiembre del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Algunos creen que el estado del bienestar (más bien light) fue un espejismo, un lapsus de la Historia que debemos olvidar, pero se equivocan. Hay cosas que la Historia no olvida por mucho que se resbale en su recorrido; porque, aunque es cierto que en la Historia todo son guerras y destrucciones de las que se han tomado buena nota, también es cierto que constantemente nos levantamos y rebelamos, contra esas molestas situaciones, buscando una tierra prometida que no, por ser tan vieja como la Biblia, es menos real. No, el estado de bienestar no es una tierra inexistente, un no-lugar o utopía; sino un objetivo histórico permanentemente buscado, donde los fracasos son para los considerados reyes, y los éxitos para los desconsiderados rebeldes. Nada hay que pueda cambiar esta historia, pues, desde los Vedas a Jesús de Nazaret y hasta nuestros días, todo está escrito. Dice la filosofía marxista que: «Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo y que desde ahora de lo que se trata es de transformarlo». Pues bien, en eso se ha estado siempre desde que salimos del Paraíso para ser creadores y transformadores del mundo. Pero, como no somos dioses, y hasta los propios dioses luchan en vano contra la estupidez, son estos otros lapsus los que nos llevan al abuso, la dominación y la muerte. Por eso volvemos, una y otra vez, a la rebelión: a esa colaboración de las personas para aupándose al nivel del dominador, vencerle y volver a la vida y a la libertad: a esa búsqueda infatigable de la igualdad de oportunidades para todo tipo de personas sin distinción de clase, genero, o condición. La aparente dominación del educador que lucha por imponer esa igualdad de oportunidades y la libertad, no es la violencia con la que se intenta consolidar el dominio y la desigualdad que, en nombre de argumentos económicos o teocráticos, nos está invadiendo. No, el problema maligno y recurrente de la Historia son quienes atacan y pretenden crucificar cualquier posible estado del bienestar general.

La colaboración de las personas para rebelarse contra esa otra eficaz colaboración de los dominadores, ese es el auténtico poder transformador de la Historia. Ese poder de evolución queda de manifiesto ejemplo, con la existencia del kefir: un ser simbiótico capaz de existir en tanto en cuando existen los demás seres que lo componen, una hibridación que provee de fecha de caducidad a cualquier tipo de dominación, una filosofía de compartir, que en Sudáfrica llaman «ubuntu». Mediante la educación transferimos a nuestros hijos los logros y, desgraciadamente también en ocasiones, falsas dependencias y mala educación.

Quizás no podamos hacer desaparecer esa dependencia que tiene la Historia con los conceptos de guerra, economía y política; pero si podemos cambiar su significado a pesar de que permanezcan sus interrelaciones conceptuales al más puro estilo de Clausewitz; así: la guerra seguirá siendo la continuación de la política, la política la continuación de la economía, y la economía la continuación de la guerra por otros medios. Pero la guerra podría ser deportiva como las olimpiadas, e incluso económica, siempre y cuando, la economía fuese generosa y redistributiva haciendo real aquel pensamiento (tan marxista como cristiano) que dice: «¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!». Claro que para que esto sea posible, debe existir una política que sea: democrática, libre y participativa.

Quizás no haya llegado el tiempo en que todo esto sea cumplido (aunque ya haya comenzado) pero, desde luego, tengo muy claro que esta Tierra sí es el lugar para el estado del bienestar, y no su no-lugar. Así que, con los que no lo crean, ¡al infierno con ellos!

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