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España vuelve a emigrar

8 de Septiembre del 2013 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Si hace apenas cinco años alguien hubiera pronosticado que España volvería a ser un país exportador de emigrantes, cuando menos habría sido tildado de agorero, o más bien de derrotista. La misma consideración habría merecido quien hubiera osado aventurar que hoy estaríamos en cinco millones largos de parados y que entre la población juvenil el desempleo treparía hasta el 53 por ciento.

Y, sin embargo, este es el descorazonador panorama al que se está enfrentando actualmente la sociedad española, a lo largo y ancho del mapa nacional, lo que viene a explicar el creciente abandono del país por nuestros jóvenes en busca de un futuro mejor en otras partes del mundo, fundamentalmente al resto de Europa.

Los datos son concluyentes: el año pasado emigraron 62.000 compatriotas, y en este año la cifra puede llegar a superar los 70.000. Esto es: cada día se van al filo de 250 personas de nacionalidad española.

La secular condición de España de país exportador de mano de obra y no poco talento se interrumpió en los años ochenta con la modernización de la industria y el crecimiento de los servicios. Los más de tres lustros de bonanza económica revirtieron el fenómeno: el país pasó a necesitar muchos más trabajadores de los que el crecimiento natural de la población española aportaba y entre los años 1990 y 2007 los extranjeros censados aquí se multiplicaron por diez, pasando de 500.000 a más de 5,5 millones.

Por esos años de prosperidad --basada en buena parte en la burbuja del ladrillo-- posiblemente alojaron en la sociedad española la percepción de que ésta sería para siempre una tierra de oportunidades y no de exilio laboral.

"Volved, os esperamos con los brazos abiertos. Aquí nos tendréis siempre ayudando y estando al lado de los jóvenes para que podamos tener una juventud digna de este país, que vale la pena..." Con estas palabras animaba el Rey a regresar a España a los 120 jóvenes últimamente becados por la Obra Social "La Caixa" para cursar estudios de posgrado en universidades extranjeras.

Estas palabras en boca del monarca suenan bien, pero la pregunta que seguro se hicieron gran parte de los becarios, fue: ¿volver a dónde y a qué, Majestad? El objetivo del programa de becas es formar profesionales para que regresen y sus conocimientos reviertan en la sociedad. Pero la mayoría, si vuelve, o aceptan trabajar en precario o están condenados al paro, lo que les obliga a emigrar allí donde les ofrezcan un trabajo que les permita emprender sus proyectos vitales. Da coraje decirlo, pero ahora mismo este país que dice el Rey "vale la pena" tiene cerradas todas las puertas para la juventud "que es el futuro", pues en su seno se están forjando los gobernantes y los rectores del mañana.

No resulta fácil entender que con las abrumadoras cifras de jóvenes parados --el 53% entre los menores de 29 años--, gobierno, agentes sociales y sociedad no dediquen más esfuerzos a resolver este problema que significa la pérdida de jóvenes generaciones. Posiblemente, la explicación está en que en la actualidad vivimos excesivamente ocupados y preocupados con la corrupción.

Por eso la realidad resulta especialmente dolorosa, y no solo para quienes se ven forzados a hacer las maletas. Porque a diferencia de la emigración de los años 50 y 60 del siglo pasado, ahora no se van fundamentalmente trabajadores manuales, sino jóvenes cualificados en cuya formación también ha invertido el Estado.

Su marcha es una enorme pérdida para el conjunto de la sociedad. Solo queda pues la esperanza de que la economía española mejore y sin tardar puedan regresar. Claro que de momento, por desgracia, no va a ser fácil ni rápido.

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