Salvemos la Ciudad Residencial de Perlora
La Ciudad Residencial de Perlora fue una de las grandes conquistas de los trabajadores españoles, donde unos en chalés y otros en el hotel-residencia pasaban sus vacaciones durante quince días. Hoy, por desgracia para los trabajadores, la han dejado que se convierta en un recuerdo. Creo que debe llevar dos o tres años en el abandono.
El lunes 1 de junio me animé, cogí el Feve en Avilés y desembarqué en la estación de Perlora con ánimo de pasar una tarde de campo y playa. Sabía por la prensa que aquella Ciudad Residencial no estaba en activo, que incluso la querían derribar, que no quedaría más que la iglesia, un hórreo y muy poquitos chalés. Prácticamente hacer tabla rasa. Empezaron por quitarle el nombre, creo, si no me falla la memoria, se llamaba «Jacobo Campuzano», según mis referencias era el nombre del sacerdote de Perlora asesinado en dicha zona en 1936. Posteriormente, demolieron el edificio y ahora el resto del complejo espera resignado ser demolido.
En España, cuando los sindicatos no podían hacer huelgas, creaban hoteles-residencias-sindicales y ciudades-residenciales-sindicales. De estas últimas había por lo menos tres, la de Tarragona, la de Marbella y la de Perlora. De ellas conocí la de Marbella y la de Perlora. De verdad que era una gozada pasar quince días en estas ciudades de campo y playa. Compartir vacaciones con trabajadores de otras regiones, como catalanes, vascos, madrileños enamorados de nuestro verdor, nuestra costa y nuestros pequeños puertos.
Nosotros, los que hoy estamos en la década de los setenta, hemos disfrutado de Perlora. Parece ser que nuestros hijos y nuestros nietos ya no podrán, y todo ¿por qué?; quiero pensar bien y achacarlo nada más a la ineptitud de nuestros gobernantes, y no a otras razones de tipo político, lo cual sería muy condenable: privar a los trabajadores de esta gran conquista social por demagogias.
Yo, desde estas líneas, les pediría a nuestros sindicalistas que actúen como tales, exigiendo a sus compañeros, los políticos, que «salven Perlora», pero los trabajadores que no la maten, que no es de ellos, que es nuestra, de los «trabajadores», que no les corresponde decir aquello de «la maté porque era mía».
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