El desiderátum
Esto es España hoy, fin de un vivo y constante deseo de paz, unidad y grandeza, que ha degenerado todo en una verdadera ruina social, económica y, sobre todo, política. Todo se ha ido al carajo, y la culpabilidad es de todos: gobiernos de ayer y de hoy, partidos políticos –sobre todo, PSOE y PP, siempre a la cabeza del desastre–, sindicatos, patronal y cuantas otras instituciones o entidades son afines e inherentes a la política carpetovetónica, cada vez más corrompida y putrefacta. ¡Ad náuseam! Veamos, someramente, cuáles han sido las causas o motivos que dieron lugar a esta catastrófica situación política y económica, de todos conocida y sufrida.
La Transición fue ejemplar y asombró al mundo. Hasta aquí, todo fue bien y a satisfacción de todos. Los primeros problemas aparecieron con la disparatada creación de las autonomías, a las que tan equivocadamente se les concedieron unas competencias que eran exclusivas del Estado central, lo que dio lugar, principalmente, al desmadre nacionalista, digamos más bien separatista, en Euskadi y Cataluña. Ésta, hoy, en manos de unos sediciosos y descerebrados dirigentes políticos, clamando por una absurda y esperpéntica independencia, alimentada por Zapatero con un Estatuto anticonstitucional, y a la que Rajoy, con su indiferencia y tolerancia, sigue dando oxígeno y millones de nuestras perras. Qué perra e injusta política.
Abundando en cuanto nos ha llevado a esta catastrófica situación, diremos que los gobiernos habidos hasta ahora han tenido más sombras que luces. Suárez fue el artífice de la Transición, y no diremos más respetando su dolorosa situación actual. Felipe González, joven y prudente gobernante, tuvo sus logros y aciertos, pero luego terminaron enfangados por los primeros casos de corrupción que protagonizaron personas de su confianza. El «caso GAL», que no supo asumir, fue la puntilla y su caída. En cuanto a Aznar, bueno, gobernó bien cuando no tuvo mayoría, pero después todo cambió en su segundo mandato. La guerra de Irak y la foto de las Azores le perdieron. Él también oxigenó al nacionalismo catalán de Pujol, con el que cohabitó políticamente. De Zapatero diremos únicamente que, además de dividir y enfrentar de nuevo a los españoles ideológicamente, con su «Memoria histórica», es el mayor responsable de la grave situación económica y política que vivimos. España y su partido no tienen nada que agradecerle. Zapatero, al lado de Felipe González, no es más que una sombra siniestra y lejana. Finalmente, ¿qué diremos de Rajoy? Pues que el «caso Bárcenas» le tiene hoy a él y a su «estado Mayor», contra las cuerdas, escándalo que puede mandarles a casa, Kaput.
Con gobiernos así, la crisis, una corrupción generalizada, el nacionalismo separatista, una monarquía impopular y cuestionada, la chulería inglesa en Gibraltar y cuanto más nos agobia y preocupa son las causas de ese desiderátum o desprestigio y ruina de España.
Y una vez más, aquí, ni izquierdas ni derechas, sino todo lo contrario.
Ricardo Luis Arias, Aller
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