El tiempo huido

26 de Agosto del 2013 - José Ramón González García (VS-Marbach (Alemania))

Los diez o doce días que durante el verano paso en Avilés, mi ciudad natal, desde hace casi una década suelen ir acompañados de sentimientos y recuerdos de toda clase y condición. Cualquiera que alguna vez haya vuelto a su tierra tras un largo período podrá comprenderlo. La añoranza se ve salpicada por las imágenes de los últimos tiempos y uno acaba siempre por recordar las palabras del Blas de Otero en su poema «Bilbao»: Aun me asalta el tiempo huido entre tus calles.

En esta ocasión me fui de la villa incluso con buenas sensaciones. A pesar de las tristes circunstancias del país, a pesar de ver cómo el edificio del café Colón se está cayendo a pedazos, a pesar de ver el antiguo cine Almirante cerrado desde 2002 sin otro uso que el de dar techo al que no lo tiene. Las tres o cuatro tardes y charlas del festival Celsius 232 consiguieron hacerme olvidar todo eso. Aun sin ser un gran fan de la literatura fantástica y de ciencia-ficción me quedé encantado con el ambiente que se respiraba en Álvarez Acebal e inmediaciones. Me subí al avión con el buen rollo subido de tono: Avilés se mueve.

Hoy he encontrado el camino de vuelta al lugar del que parece que estemos condenados a no salir: un lugar cuyo cartel de población reza: cruda realidad.

El cine Marta y María, una de las salas más antigua de la región, parece que cerrará definitivamente sus puertas el 2 de septiembre. En poco tiempo, los soportales que unen El Parche con Rivero se quedarán huérfanos. Durante unos días sacudiremos la cabeza. Más tarde nos encogeremos de hombros y, a las pocas semanas, nos importará más bien tirando a poco. Hay preocupaciones más importantes hoy en día. Será tan sólo un paso más hacia la eliminación del pasado. Llegará el día en que nuestra infancia y juventud adoptarán rasgos cercanos al mito y llegaremos a dudar de si alguna vez nos sentamos en sus butacas a soñar durante un par de horas. A los avilesinos de mi generación (entre 30 y 40) la vida y sus actuales circunstancias nos están conduciendo a una nostalgia premeditada y alevosa. Ya me veo aleccionando a los más jóvenes en un papel que me correspondería, como mínimo, treinta años más tarde: cuando tenía tu edad Rivero, La Ferrería y Galiana estaban llenas todos los fines de semana; cuando tenía tu edad había en Avilés cuatro o cinco cines. De mis interlocutores obtendré sonrisas compasivas, palmaditas en la espalda. Quizá.

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