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El pregón de las fiestas de Valdesoto

4 de Septiembre del 2013 - Julián Arias Aparicio (Valdesoto (Siero))

El viernes 9 de agosto comenzaban las fiestas de San Félix de Valdesoto, conocidas en toda Asturias fundamentalmente por el desfile de Les Carroces, declarado de interés turístico regional. Como cada año, el primer día de las fiestas tiene lugar una serie de actuaciones, se elige a la reina y a las damas de honor y, por último, una persona invitada, destacada por alguna razón interesante, hace el pregón de la fiesta. En esta edición esa persona fue el mediático político Miguel Ángel Revilla, a quien, en mi opinión, tan solo hay que atribuirle el mérito de atraer a mucho más público que en los pregones de otros años, hecho que sin duda beneficia a las fiestas de San Félix de Valdesoto porque ayuda a sufragar los grandes gastos que éstas conllevan.

Según el diccionario, el pregón de unas fiestas es un discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella. Es evidente que Revilla no vino a Valdesoto a pregonar las fiestas, sino a hacer un aburrido teatro con tintes de mitin político, absolutamente inadecuado para la ocasión. Quienes estuvieron allí, independientemente de la afinidad que tengan por el pregonero y sus ideas, pudieron constatar que, salvo los primeros minutos, el discurso de Revilla fue repetitivo, deslavazado, desmesurado en duración y sin otro mensaje que lo que acostumbra a exponer en sus intervenciones en los medios de comunicación. El tono de voz y la gesticulación del personaje no tuvieron nada que ver con los ademanes propios de un pregonero de fiestas, asemejándose más bien a los de un político en pleno éxtasis cuando espera, al final de una frase preparada, arrancar de su audiencia vítores y aplausos. Sostuvo Revilla que se sorprendía de que su fama se basara en ser un político honrado y en ser una persona normal. Lo de normal es discutible, pues a cualquiera que de ello se precie no se le ocurre castigar al público con una tediosa improvisación como la que él hizo. Y lo peor es que, según afirmaba, había sido invitado a participar en fiestas en muchas poblaciones de España. Espero que no fuese en condición de pregonero. Hay que saber distinguir entre la borrachera ególatra que se puede exhibir en un programa de televisión y el honor que supone ser invitado a protagonizar los actos de apertura de las fiestas de un pueblo que merece ser respetado y cuyas gentes desean divertirse, que es el antónimo de aburrirse.

Mi indignación llegó al culmen cuando un espontáneo subió al escenario, tomó sin mediar palabra el micrófono que utilizaba Revilla (el controlador de seguridad estaba cogiendo uvas en ese momento) y pidió silencio y respeto para esta persona, que está haciendo un esfuerzo por dirigirse al público. Al parecer la gente estaba hablando en el lugar donde se hallaba ubicado el espontáneo y éste no podía captar bien los mensajes de Revilla. Pues bien, unos minutos antes había cantado en ese mismo escenario la gran Anabel Santiago, acompañada, cómo no, del habitual murmullo existente en cualquier carpa donde hay una barra en la que consumir mientras actúan los artistas; nadie pidió silencio para ella. Sin comentarios. Al momento, abandoné la carpa mientras intentaba digerir este amargo inicio de las fiestas y pensaba en lo voluble de la condición humana.

Conclusiones: (1) Miguel Ángel Revilla no sabe lo que es pregonar unas fiestas ni sirve para ello; (2) En la sociedad mediática actual tragamos lo que nos echen y nuestros criterios de valoración están perfectamente dirigidos; (3) La Comisión que organiza las fiestas de San Félix de Valdesoto merece mi más profundo respeto y mi más sincero agradecimiento por el esfuerzo y la ilusión que derrochan en preparar semejante evento festivo.

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