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Castaños y fayes en el parque natural de Redes

4 de Septiembre del 2013 - Eugenio García Rodríguez (Bezanes, Caso)

Los casinos asistimos con perplejidad a la denuncia hecha por la Coordinadora Ecoloxista de que Caso se va a quedar sin más de 10.000 castaños y además consideran inaceptable la tala de los castaños enfermos. Menos mal que el Alcalde les ha contestado, porque para ellos lo de menos es que hayan venido el invierno y la primavera que vinieron, que ni para quemas controladas, ni para trabajar en el monte.

Particularmente me considero ecologista también porque no estoy a favor de las nucleares y sí del carbón acompañado de la investigación y experimentación sobre la captura de gases de efecto invernadero, pero me temo que hay ecologistas radicales que denuncian todo lo que se les ocurre tras la lectura de un periódico o del «Boletín Oficial», eso sí, seguramente sentados en una cómoda silla giratoria con su bandeja y respaldo de fibra sintética, y apoyados sobre una mesa de fina madera artificial. Denuncias, quiero imaginar, manuscritas, con tinta china y pluma, por coherencia, no impresa desde un ordenador fabricado con multitud de procesos industriales contaminantes y conectado a una impresora cuyo tóner o tinta se disuelven con facilidad en la Naturaleza, ¿o quizá no?

Uno percibe que la poca gente que queda en los pueblos de toda Asturias está hasta el gorro de tanta denuncia ecologista y más si tras ella se percibe cierta ignorancia. Esa gente de los pueblos siempre ha echado mano del monte para cerrar sus fincas, hacer madreñes, xugos, pértigues, estandorios, portelleres, duernos, vigues, pegollos, jarres, cuyares u otros utensilios, o para el llar o la propia cocina, aunque ahora menos; y lo hacían y lo hacen porque ese monte es suyo, aunque ahora lo administre quien lo administre, los propios pueblos, el Ayuntamiento, el Principado o todos ellos de común acuerdo o en disputa. Porque esa gente aún necesita el monte, el ganado y la agricultura para vivir por mucha subvención que, según algunos ecologistas, tengan, especialmente los que viven en parques naturales. Como si no hubiera grupos ecologistas que también las tienen. Pues bien, esa gente de los pueblos y sus descendientes, aunque vivan fuera del pueblo, parece que van estando hasta el gorro de tanto ecologista de salón, que de 365 días del año, seguramente visitan los ecosistemas, que dicen ellos, unos pocos días solamente o se sirven de los estudios hechos con los datos que aportan los que reciben un sueldo y los visitan por obligación para proponer que se impongan más restricciones en el campo. Y esa gente que está conforme con los parques naturales va estando así, primero, porque ellos no fueron a buscar ningún ecologista para que hicieran estudios que justificaran la declaración de parques naturales y, segundo, porque la declaración de los parques naturales la «vendieron» como que no iba a traer restricciones, ni impedir el desarrollo de la actividad propia, aunque ahora más mecanizada en los pueblos, y sí muchos beneficios. Aunque si se observa la evolución de la población en los concejos, entran serias dudas al respecto. Los ecologistas no exigen que el paisaje de esos parques naturales se mantenga como cuando se declararon. Mejor la selva.

Si uno se mueve ocasionalmente entre Oviedo, Gijón y Avilés puede apreciar la cantidad de prados que se vuelven monte, ¡en el centro de la región! con poca pendiente, con carreteras asfaltadas, con mayor facilidad para su explotación agrícola o ganadera que los de la montaña asturiana, toda con algún grado de protección. Pues si en los prados de al lado de las ciudades se nota el asilvestramiento, es mucho más fácil ver que desde hace años lo hacen les camperes, mayaes y prados de las montañas. Los que necesitan de eses camperes despejadas para todas las denominaciones de carne protegidas de Asturias cómo no van a estar hasta el gorro de denuncias, si antes ellos mismos hacían quemas y controlaban lo que ardía, con las excepciones debidas, como en casi todas las actividades, y ahora están rodeados de burocracia para cumplir con las restricciones para la que apenas tienen tiempo, y encima, en esa «selva» proliferan las alimañas que atacan al ganado.

En el primer tercio del siglo pasado se mejoraron mucho las infraestructuras viales, el trazado de la actual carretera desde Campo de Caso al puerto de Tarna es un ejemplo de ello y en un estado lamentable. Con aquel desarrollo se difundió el arce como en Francia, un árbol que, especialmente en la Meseta castellana, estaba destinado a proteger del sol a los usuarios de aquellas carreteras. En Asturias no sé qué implantación tendría entonces, pero hoy es evidente su proliferación. Será que por sus características se adapta mejor al cambio climático, que se dice. Aquí, su plantación también se hizo en las márgenes de la carretera en Caso, como se puede apreciar. Hoy su proliferación en la pista a Brañagallones resulta una amenaza para les fayes del monte Redes, curiosamente el que da nombre al parque natural, y yo no he oído a nadie lamentarse de ello. Si lo hacen, incluso habrá quien sostenga que la causa está en coches o tractores aunque haya alguna pieza con porte antiguo. Ah, si un vecino del valle de Sobrescastiello quisiera talar una faya en Cuefoz, como hacían los madreñeros de Bezanes hace cincuenta años, y sacarla con una caballería hasta el collaín de los madreñeros, en la propia pista, aunque sólo fuera un día al año como testimonio de una tradición, el ruido de la motosierra sería suficiente para la correspondiente denuncia y sanción. Hoy, a algunos parece que les importa más generar polémica cuando se aplica «el bisturí» al monte casín para intentar salvar el castaño que la propia vida del mismo. Hay quien ignora que de un pie de castaño salen unas cuantas guías, después hay que ir seleccionándolas; pero, claro, hay que cortarlo. Los casinos, gracias a Dios, de momento, no siembran ocalitos porque necesitan el agua de sus fuentes para el ganado.

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