Opciones saludables
Ahora resulta que los responsables de velar por nuestra salud desaconsejan el consumo de alcohol, aunque este se haga de forma moderada. Con algo tan tóxico no se puede ser razonable, declara Julio Bruno, director general de Salud pública del Principado de Asturias. Como si razonar fuera algo común en estos gerifaltes de la cosa pública. Tampoco le gustan las barras libres de las bodas, ni las fiestas de Nochevieja. Brindemos con champín y cerveza sin alcohol por la frasecilla. Es precisamente esa insalubre manía de pensar por nosotros la que hace que me entren ganas de entrar a trompicones en la bodega, agarrar la primera botella de algo fuerte por el cuello, y echármela al coleto, de un trago y a morro. Estos iluminados asesores tienen la manía de creer, que para domesticar un país, no hay nada mejor que regularnos los placeres y marcarnos el sendero que quieren que sigamos a base de garrotazos multas, o inoculando el miedo. Que cada cual se aplique sus propios bálsamos, lo que buenamente se pueda, que son muy pocas las opciones que sus jefes nos han dejado para escoger. De mi mala salud de hierro ya me ocupo yo, Sr. Bruno. Descorchar una botella de vino entre amigos es una caricia a los sentidos y una invitación a la charla, siempre que la política y sus dineros sean temas tabú. Y con esa obsesiva persecución a los fumadores van a conseguir que yo, que jamás he encendido un cigarrillo en toda mi vida, me ponga a fumar como un carretero tan solo para solidarizarme con ellos. No sería de extrañar, que en el compendio de las próximas recomendaciones, utilizaran a sus popes como ejemplo: las dos mil abdominales diarias de Aznar, encerrado, el pobre, en su propio bucle de vigorexia, el torpe y desarticulado trotar de de Rajoy por Ribadumia, o los místicos largos de Rubalcaba por las frescas aguas de la costa llanisca. Opciones, sin duda, mucho más saludables.
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