Horror vacui
Paso a diario por la calle del Rosal de Oviedo y me pasma la fealdad de los cientos de registros, repito, cientos, o tapas metálicas que se pueden ver en ambas aceras. No es necesario aclarar que otras muchas calles de Oviedo presentan tan lamentable panorama, aunque es ésta la que me ha desencadenado lo que expongo. No es el motivo de esta carta una queja a la municipalidad, como podría suponerse, sino invitar a compartir una reflexión al respecto.
Se me antoja injustificable el número y mucho más el desorden de tanta tapa, tapadera o alcantarilla. Un paseo de unos minutos es un muestreo de registros de telefonía, de electricidad, desagües, otra telefonía, el gas... colocados sin sentido, como si hubieran sido arrojados desde una aeronave. Apiñados o dispersos, sin ningún miramiento estético o práctico, parece que cada cual pincha donde puede o le viene bien. Se desprende, a ojos vista, que el arbitraje y/o reglamentación de los responsables de Urbanismo es inexistente o laso, pero yo no acusaría únicamente a tales responsables, insisto, más bien lo que veo es una expresión de lo que somos como sociedad; aquí cada cual mira por lo suyo, va a la suya, hace su agujero, da su patada y Santas Pascuas.
Desconozco si en algún momento hubo o están en marcha iniciativas vecinales, ciudadanas o administrativas al respecto, aunque me temo que no, ya que vivimos habituados a numerosos déficits en todos los aspectos del cotidiano urbano y social, de manera que ya no nos provocan señales de alarma, lo cual es grave, ya que ello merma nuestra capacidad de enmienda.
No me resulta difícil el ejercicio de extrapolar semejante comportamiento disparatado a otros aspectos de nuestra vida en todos los estratos sociales y a cualquier nivel de responsabilidad. La resultante es un descorazonador panorama, el que nos envuelve, del que ahorro menciones particulares porque todos sabemos que a dondequiera que se mire hay algo que da asco, pena o miedo.
La expresión latina «horror vacui» significa «miedo al vacío», y se aplica sobre todo como concepto artístico. Por resumir diría que se manifiesta en el relleno del lienzo, arquivolta o crucero hasta el máximo de su espacio físico disponible. Las calles más visitadas de la ciudad presentan ese feísimo aspecto sin que a nadie parezca importarle, me consta que en el resto de las áreas de nuestra convivencia rigen las mismas normas (ojo, creadas, aceptadas y practicadas entre todos). No se nos escape que aquí hasta hace cuatro días la corrupción era más admirada y respetada que la Constitución, que las leyes educativas cambian cada cinco minutos y que el debate nacional en estos momentos es cuál de los dos, fulano o perengano, merece ser titular indiscutible. Todo son parches sin orden, ni lógica o concepto estratégico a largo plazo. Tengo la impresión de que aún no nos ha caído encima todo lo que merecemos.
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