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Un balón lleno de felicidad: antídoto contra el pesimismo y la depresión

8 de Septiembre del 2013 - José Antonio Flórez Lozano

Hablando con Cristina, de 86 años, me di cuenta de la trascendencia del pesimismo. Me dice estar llena de soledad y trata de evadir la realidad más que enfrentarse a ella, entre monólogos intensos y diálogos desgarrados (¡Yo no pinto nada aquí! ¡Estoy cansada! ¡Cuanto antes mejor! ¡Esto se acabó!). Cristina es una mujer insegura, visceral, marcada por el fracaso, los sueños rotos y las esperanzas no cumplidas. Por su parte, Argentina, de 88 años, me asegura que es la mujer que todos creían feliz y afortunada, y, sin embargo, se considera una desgraciada que se despierta cada mañana con un sobresalto y obligándose a sonreír antes de salir a la calle.

Cristina y Argentina no son conscientes del daño físico y emocional que se producen a sí mismas. Argentina quería ser humana, que la escucharan y comprendieran y poder salir de esa cárcel que ella misma había fabricado para huir de la infelicidad, de la tristeza y de la depresión. El pesimismo es un peligroso veneno que impide vivir plenamente, felizmente. Por eso es necesario crear emociones positivas para alcanzar y disfrutar de la longevidad. Edelmira, de 79 años, es pesimista. Nos comenta: «Toda mi vida he tenido a mano un pastillero con píldoras para el dolor de cabeza, de estómago, dolor de huesos, dolor de espalda, dolor de riñones y de cervicales; pastilla para la decepción, la desilusión, el fracaso, los miedos y los desengaños. Y reflexiona «debería tener un pastillero para el dolor del alma y un elixir para los recuerdos tristes y amargos».

Subtítulo: La necesidad de destruir las experiencias más amargas

Destacado: Que no nos suceda lo que pudimos escuchar en una frase de «El Club de los Poetas Muertos», «... y cuando me fui a morir, me di cuenta de que no había vivido»

Ciertamente, hay muchos motivos para que surja el pesimismo de la mano de la crisis económica y social que estamos atravesando. Pero a pesar de que las cosas se están poniendo muy serias en todo el mundo, hoy más que nunca se necesita del humor, el único «medicamento» acreditado para quitar el miedo, sobre todo, cuando se practica con la poética seriedad de Chaplin o de Buster Keaton. El pesimismo es la antesala de la depresión; el objetivo terapéutico es transformar los problemas y conflictos en fuentes de creatividad, satisfacción vital, salud y bienestar. En fin, el coste psicológico de una «personalidad pesimista» es muy elevado, ya que vive continuamente en situaciones de estrés, de ansiedad, de arrebatos emocionales, de impulsividad o de una pasividad total. Se puede pensar, no obstante, que el optimismo no se correlaciona con la salud, con el bienestar físico y emocional, y quizás se pueda tener razón. Pero aun así, ¿no es deseable permanecer optimista y feliz ante los avatares de la vida? O, tal vez, ¿es preferible vivir amargados, malhumorados, tristes, deprimidos y sin una perspectiva positiva de la vida? ¿Con quién prefiere usted compartir su trabajo, su vida, sus ilusiones y su proyecto de futuro?

Recientemente, la muerte de un jugador de fútbol de 23 años, Miki Roqué, debido a un tumor maligno localizado en la pelvis, nos muestra que incluso ante la dureza y el sufrimiento de la enfermedad puede surgir esa lucha, esa esperanza, esa felicidad. Su lucha era vivir: un balón lleno de felicidad. En sus últimos momentos dijo a sus padres: «La vida sigue, y tenéis que ser felices». Una frase, un medicamento, que nos sirve para todos y que incluso en ocasiones no entendemos y, por lo tanto, no podemos disfrutar de la vida. Un consejo lleno absolutamente de vida, amor y felicidad. En fin, que no nos suceda lo que pudimos escuchar en una frase de «El Club de los Poetas Muertos», «... y cuando me fui a morir, me di cuenta de que no había vivido».

Ahora es el preciso momento para vivir plenamente, cada uno de nosotros con la mochila de la vida y con el contenido que sea. Pero siempre la podemos aligerar, tratando de destruir las experiencias más amargas, al tiempo que introducimos más optimismo, más fuerza, más vitalismo, más ilusión y más energía. Porque la vida es eso, pura energía hasta el último momento.

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