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El sentido de la vida

6 de Septiembre del 2013 - Antonio García de Vicuña (Mieres)

Todos nos hemos preguntado alguna vez cuál es el sentido de nuestras vidas. Reflexión que invade mis pensamientos frecuentemente, convirtiéndose en verdaderas cavilaciones que nunca me llevan a un fin.

El sentido de la vida puede entenderse como la pugna del ser humano consigo mismo y con el medio que le rodea por llevar a cabo sus sueños, cumplirlos, sean cuales sean, y conseguir sentirse realizado. Dicho así, no parece complicado, sabemos lo que queremos y sólo tenemos que luchar por conseguirlo. Sin embargo, tristemente para muchos, saber lo que desean de sus vidas no es asunto baladí. Frecuentemente tomamos decisiones influenciados por los cánones sociales, y muchas veces no somos ni siquiera conscientes de ello. La televisión y las redes sociales están haciendo duplicados de personalidad, sociedades homogéneas constituidas por identidades individuales prefabricadas. Nuestros pensamientos están sometidos a la continua influencia de las masas, y acabamos convirtiendo nuestro raciocinio en automatismos involuntarios, quizás porque sea para nosotros más sencillo seguir los modelos sociales ya establecidos que trazar nuestro propio camino.

El miedo es la emoción que más condiciona nuestras vidas, Sigmund Freud en su teoría del miedo afirma: el miedo es un sentimiento producido por la espera de un mal; en mi opinión, esta alteración afectiva de carácter intenso y desagradable, limita de algún modo nuestros sueños, nuestro camino hacia lo que de verdad queremos. La ansiedad, íntimamente relacionada con el miedo, afecta del mismo modo para dejar de elegir, de apostar por lo desconocido, de tomar riesgos para evolucionar como personas, sin guías, sólo nosotros mismos y nuestra idiosincrasia.

Por ello, cuando me pregunto por el sentido de la vida y tengo la fortuna de viajar y observar a las personas en distintos lugares esta reflexión se acentúa en mi ser, ¿estamos intentando vivir nuestra vida y peleamos por nuestras ambiciones?, ¿o somos la copia de la copia de otra copia y no somos capaces de verlo?. Creemos que vamos eligiendo nuestra existencia pero ciertamente sólo somos verdaderamente libres al nacer; instantes después ya estamos influenciados por el mundo incoherente que nos rodea.

¿A quién elegirías para tomar un café mientras te cuenta las experiencias que ha tenido a lo largo de su vida?, ¿a un directivo de una gran multinacional o a un mendigo?. Sé que ésta pregunta carece de sentido, todo dependerá de la persona en sí, pero tampoco es desacertado decir que sólo escucho y leo a conferenciantes, ya sean empresarios, políticos, periodistas, o del gremio de turno, sermoneándonos de cómo debemos actuar para alcanzar las metas que ellos consideran haber alcanzado, aunque ello signifique olvidar el verdadero sentido de nuestra vida para subsistir bajo la vida de otro. Quizás el trotamundos no te aconseje seguir sus pasos, sin embargo, pueda ayudarte a descubrir el verdadero sentido de tu vida, cuando te relate todos los riesgos por los que apostó, acertando y errando, pero trazando su propio destino. Porque conquistar no es llegar a la cima a la que todos esperaban que llegases, todos menos tú; y fracasar es rendirse al miedo, a nuestras inseguridades, no intentarlo, no deleitarse con cada paso que sólo nosotros hemos elegido. Nadie desea tener una vida espinosa, pero no deberíamos osar a juzgar a aquellos que no tienen nada, porque vivimos en una sociedad que puede ser muy canalla con aquellos que decidieron atreverse, perseguir sus sueños, enfrentarse y jugarse con ahínco su propio camino.

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