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La triste muerte de un buen hostelero

8 de Septiembre del 2013 - Carlos Cuesta

El repentino fallecimiento del estimado y conocido hostelero José Bernardo González Fernández causó honda consternación en el sector y en toda la ciudad de Oviedo. Un hombre cargado de sensaciones, trabajo, ilusión, empresa y siempre pensando en la renovación profesional. En la calle Gascona marcó su impronta de persona emprendedora y preñada de nuevas y buenas iniciativas, como así fue el actual bulevar sidrero, de una calle de tradición medieval a convertirse en estos momentos en la meca de la sidra para parroquianos y turistas. José tenía en mente muchos proyectos relacionados con su negocio y buscaba la manera de afrontarlos con estilo y eficacia. Hace unos días inauguraba su buque insignia, Mar de Mares, que a última hora tuvo que cambiar por Mar Cantábrico por aquello de la patente. Una sidrería moderna y céntrica basada en los buenos pescados y mariscos y con un servicio esmerado de camareros y escanciadores para hacer las delicias del público y clientela exigente. Una manera de renovar este sector con empresas de nivel y marcando la diferencia en la manera de ofertar productos de calidad. Y en su deambular profesional hizo del trabajo su santo y seña, la tradición familiar mandaba, y en su sede doméstica aprendió el oficio de sidrero, de camarero, de maître, de cocinero y de cajero. Generalmente abierto y con esa sonrisa característica de hostelero directo tenía calidad y aura para la atención al cliente. De pocas palabras pero decisivo en sus afirmaciones, conocía el negocio como pocos y convirtió su sidrería de la calle Gascona en un peregrinar de buenos catadores sidreros. Porque José decía que las sidrerías, como su nombre indica, deberían tener muchas marcas del fino néctar asturiano, y así era. No se contentaba con dos referencias, sino que contaba con una notable nómina de las mejoras cosechas manzaneras. Sidra natural y de denominación de origen como Zhytos, El Santu, Muñiz, Castañón, Villacubera, Vigón, Viuda de Angelón… Marcas de renombre en el complejo pero gratificante universo sidrero. Y allí, como fieles amantes del líquido ambarino, el sumiller experto Ceferino Cimadevilla, el televisivo Ceferino Montañés, el concejal naveto José María Osoro, el industrial Manolo Riestra, los pintores plásticos Galano y Pantaleón, Mirta y Conrado y Lisardo Lombardía cuando sus obligaciones en Francia se lo permiten, entre una densidad de aficionados al buen encuentro y camaradería entre palabras, canciones, poemas y buena sidra. Y el solícito de José, observando el ambiente mientras soltaba a su estilo el culete pertinente y primoroso.

Antetítulo: Obituario

Subtítulo: La calle Gascona ya no será lo mismo sin José Bernardo González

Destacado: Un hombre trabajador, estiloso a su manera y que llenaba la barra con su carácter y las expresiones justas pero atinadas

El ambiente chigrero de Gascona ya no será lo mismo con la ausencia definitiva de un hombre trabajador, estiloso a su manera y que llenaba la barra con su carácter y las expresiones justas pero atinadas. Su manera de entender el negocio y controlar con querencia a sus empleados son normas a tener en cuenta dentro de la economía de un establecimiento público.

José Bernardo, su nombre de pila, se fue al otro lado bíblico una mañana veraniega y luminosa. En silencio, con sosiego, con tranquilidad, con el rocío matinal tocando su rostro. Salió de su casa de madrugada con destino Gijón y ahí el desenlace trágico quedó truncado en un oscuro y agarrotado plano secuencia. Ante este hecho luctuoso sólo cabe recordarlo como un hombre hecho a sí mismo, bueno, profesional, dedicado a los suyos, emprendedor, orientador, amigo de sus amigos, condescendiente con sus empleados, y un sidrero de raza y sabedor intenso del mundo sidrero. Su marcha repentina deja auténticos cabos sin fijar y causó orfanato y melancolía a su familia, a sus trabajadores y a los muchos clientes que se apostaban en la barra del bar a disfrutar de notables culetes y a fijarse en la forma escanciadora del maestro. La vida es un continuo transformarse, y José se creyó hecho con todo su bagaje empresarial y lleno de días… Ahora, a buen seguro que estará en esos Campos Elíseos de la mitología griega escanciando cientos de culetes y ejerciendo de noble asturiano con su campechanía y casticismo a flor de piel, y su oronda figura marcada por la esencia sidrera.

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