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Iglesia y distancias

9 de Septiembre del 2013 - José Luis Peira (Ques (Piloña))

Fui a colegio religioso de hasta los dieciocho años, espero que me considere voz autorizada para discrepar el señor D. Julio García ya que en su carta publicada en esta sección el 8/09/2013 me deja algunos ruidos

No le voy a discutir ciertos extremos históricos y supuestamente éticos sobre los que estoy en total desacuerdo. Pero no me resisto a silenciar mi discrepancia en dos aspectos objetivos.

Uno, es que en su relación de causas y efectos de dicho alejamiento usted considera a los apartados como alguien que se equivoca, ya que a su modo de entender el único dios posible es el suyo. No admite que para otras personas la fe pase por diversas creencias. Es sabido que es una cuestión muy humana la admiración por lo inexplicable, lo cual ha generado, y generará, diversos modos de acomodar tales misterios en su interior. Y no me refiero a que ese lenguaje se manifieste sólo a través de otras religiones; también están los que creen en ovnis, en espíritus varios, bolas de cristal, apariciones en cuevas, etc. De manera que ese atribuirse el único modo de conexión con el más allá resulta cuanto menos grotesco.

Dicho esto, debería admitir que existe otra vía, que es la muy respetable de no creer, y es este extremo el que algunos - o muchos- como usted no soportan. Por no extenderme innecesariamente voy a argumentar nada más que en la circunscripción de esta sociedad nuestra, y eso enlaza con el segundo aspecto que quería esgrimir. Resulta que todavía una gran parte, si no la mayoría de los españoles vivos, nacieron en el seno de familias en la época de la dictadura militar. Con lo cual queda descartado su argumento de que en este país se crece sin fe, ni valores, ni zarandajas. Este hecho da un valor a considerar, pues muchos que como yo nacimos y crecimos en semejante ambiente hemos optado voluntaria y racionalmente, sin injerencias marxistas ni otras hipnosis, por la senda del no creer.

No puede ser cierta su hipótesis de que el estado contribuye por error u omisión al alejamiento de gentes e iglesia, ya que aún hoy, se la sigue sosteniendo financiera y legislativamente, y permanece en vigor un atávico concordato de otra era. Por retroceder a sus añorados tiempos pasados de la dictadura reciente le recordaré que la Iglesia entonces disfrutó durante décadas de unos privilegios medievales solamente comparables a los de algunos estados actuales cuyos nombres ahorro mencionar. Al volver del exterior a esa España tan religiosa lo que uno se encontraba, como ahora al pisar ciertos aeropuertos lejanos, no era a una sociedad feliz con sus valores éticos, morales o transversales, sino a un pueblo atrasado, ignorante y supersticioso a merced de una verdad única y oficial, sin posibilidades reales de discrepancia. Un país empobrecido, resignado, esperando para otra vida una existencia mejor. Era entonces cuando Europa estaba a millones de años luz de distancia. Ahora les hemos recortado algo. Por favor, no insistan.

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