Madrid y Rajoy, lo opuesto al olimpismo
Después de que los del COI nos denegaran los Juegos Olímpicos 2020 para Madrid, nos queda un sabor amargo, y sólo podemos recurrir a reflexionar si éramos merecedores de celebrar dicho evento.
Y según definía Pierre de Coubertin el olimpismo, me temo que estamos fuera por méritos propios; decía, entre otras cosas, que: el olimpismo es formación moral. Enemigo declarado de la corrupción. Es severa y contundente respuesta ante la trampa, el engaño y el mal ejemplo. El olimpismo es una vivencia, un ejercicio cotidiano de la práctica del buen ejemplo, desde valores tales como la amistad, la solidaridad, la tolerancia, el juego limpio en todos los trances y actividades que la vida presente a los seres humanos. Es una barrera al simplismo de lo meramente comercial y consumista. Una justa balanza, en la que se pesan los contenidos del saber, y no sólo los del tener. Es el olimpismo la ratificación de la utopía como generadora de paz, de desarrollo y acercamiento entre las personas, de todas las razas, religiones, géneros, preferencias sexuales, culturas, tradiciones. Es educación total y universal, que ata, que une a los seres humanos en una sola cadena, en una sola liturgia, en una sola ritualidad.
Y después de leer la descripción anterior, ¿ustedes siguen pensando que nos dejaron fuera porque nos quieren mal? Verdad que no, sólo mirar quién nos representaba allá en Buenos Aires: políticos e instituciones perseguidos por la corruptela, deportistas y ex deportistas que tienen la sombra del dopaje generalizado, y tanto los unos como los otros campan a sus anchas por este país consentidor, donde los jueces y fiscales compadrean con ellos, sin que veamos que tenemos un país y una justicia que pelean con fuerza contra la corruptela y el dopaje.
Es que ni se exigen dimisiones al menos por usar esas malas artes, contrarias todas al olimpismo. Si fuera poco, tenemos un desempleo que asusta, y una ciudad de Madrid endeudada hasta la medula, con una Alcaldesa que osa hablar en un inglés para bobos; un Ignacio que presume de sanidad madrileña, cuando quiere aniquilarla; Rajoy, acorralado por los sobres, «Gürtel», mentiras y engaño en todo su programa electoral. Un Príncipe que carga con su cuñado y su padre, etcétera. Con todos estos mimbres el cesto no puede ser olímpico de ninguna manera.
¿De qué vamos por la vida? No podemos engañar a nadie. Sólo espero que ese gasto del tropel de personajes allá en Buenos Aires, con gastos pagados, se les descuente del sueldo a la Alcaldesa, Rajoy, Ignacio y el Príncipe, ya que, de lo contrario, sería una ofensa a todos los sacrificios que piden y exigen a los ciudadanos.
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