Relaxing cup

9 de Septiembre del 2013 - Paco Domínguez (Avilés)

A estas alturas de degradación política importa menos relatar los hechos que abundar en la enfermedad que les da origen. España arrastra desde los últimos cuatrienios felipistas una ruina política que a día de hoy sigue perdurando. Se practican unas formas de relación política y parlamentaria chabacanas, mezquinas, de enfrentamiento constante, del todo vale para conseguir el voto, de desgaste en la credibilidad de las instituciones, y todo esto agudizado por las malas prácticas de unos medios de comunicación aglutinados en torno a dos esferas mediáticas, divididos en la defensa a ultranza de sus respectivos intereses políticos. Y, para que no falte de nada en esta ensalada de despropósitos, un falso poder judicial dependiente y sumiso, por tanto desacreditado, pone el aliño.

Lo acontecido con los Juegos Olímpicos es más de lo mismo: practicar el engaño y el interés partidario, algo que la casta hace con excelente maestría jugando con el sentimiento patrio de la masa. El cabreo de los políticos personados en Buenos Aires hay que relativizarlo en función de otros intereses extradeportivos o económicos. Parece ser que a los diseñadores de estrategias electorales les salió mal el cartel de presentación conservador que tenían preparado para las europeas, campaña que ya abrió Cristóbal Montoro con una sarta de estupideces dichas con pésima dicción y peor gusto, por su intención de llevar al terreno partidista la fibra sensible del amor nacional.

Y si hablamos de la embajada defensora de nuestros intereses capitalinos en el acto de elección de la sede para los Juegos Olímpicos de 2020, sólo se salvan los deportistas que pusieron amablemente la cara de sus éxitos internacionales. La cruz corrió a cargo del relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor, de Ana Botella, y del perfecto inglés aireado sin pudor por el incombustible y nunca bien investigado Alejandro Blanco. Menos mal que los argentinos tienen en la presidencia de la nación otra figura parecida a la señora Botella y no pueden elevar el tono de las risas.

No me cansaré de repetirlo: el mal de nuestro país se encuentra en que durante todo el período democrático, desde que Felipe González alcanzara el poder en el 82 hasta nuestros días, el bipartidismo se convirtió en un mal irreparable. Son dos gigantes enormes que nunca saciarán el hambre de poder porque cada vez tienen más músculo que alimentar, de ahí que necesiten ingentes cantidades de dinero obtenidas no importa cómo. En medio de esta vorágine se encuentra el pueblo español pisoteado y desangrándose por la vía del desempleo.

Si no acabamos con el bipartidismo y la práctica de listas cerradas, este país tiene escasa posibilidad de vislumbrar soluciones reales a los males que le aquejan, ni esperanza alguna en que se produzca la tan cacareada regeneración política.

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