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La montaña de León y los asturianos

1 de Octubre del 2013 - Carlos Cuesta

Los bellos parajes de la montaña de León, especialmente las vertientes marcadas por los ríos Curueño y Torío, siempre han tenido afectiva admiración de muchos asturianos amantes del aire límpido de la montaña y el clima bonancible propio de esos lugares de altura y sensaciones. Y estos espacios leoneses están centrados preferentemente en localidades como La Vecilla, Valdepiélago, Montuerto, Nocedo, Valdeteja, Valdelugueros, Vegacervera y Coladilla…, caseríos repartidos entre los cauces fluviales del Curueño y del Torío que mantienen una relación de encuentro y amistad por la proximidad geográfica y porque los asturianos en su largo veraneo recalan con frecuencia en cualquiera de esos ambientes en las variadas excursiones llevadas a cabo en tiempo estival generalmente.

Y cuando el verano languidece y el otoño muestra en la cercanía su cara más amable, los muchos asturianos que tienen su cuartel estival en estos contornos montañeses se preparan para abandonar este feudo ocioso y aprovechan para reunirse en despedida estival y suelen recorrer animosamente estos territorios históricos plenos de naturaleza, hoces portentosas, montañas abiertas y manantiales vivos y notables. Una geomorfología característica y singular que atrae al turista accidental y llena de gozo y evocaciones al indígena, al nativo y al parroquiano, pues estas superficies rocosas apoyadas en mantos verdosos llaman la atención visual por lo atrayente del paisaje y los espacios exteriores que envuelven todo el universo terreno.

Y días pasados el conocido cazador y persona hospitalaria como pocas, el astur-leonés Juan Iglesias, reunió en su mansión veraniega de Valdepiélago a un abundante grupo de asturianos como homenaje a una estupenda cacería y como colofón estival. Un encuentro que se sucede desde hace años pero que en esta ocasión quiso ampliar el número de invitados por aquello de la excelente venatoria lograda en una temporada positiva en sus escarceos por los montes de Asturias y de León. Un sabroso potaje de patatas y venado inundó con sus efluvios cocineros el comedor ambiental en el patio interior doméstico. Cocido de altura, bien equilibrado y con el sabor de los buenos cocineros dedicados a la caza. Y tras el condumio, buenos aguardientes y mucha tertulia estival en la que el futuro de Asturias y León centró la mayoría del parlamento. Hubo coincidencias, y muchos mantuvieron la idea de unir comunidad y provincia en un solo ente regional. El Principado y León mantienen vínculos fraternales históricos, y una fusión con vínculo entre ambas sería lo más conveniente, al objeto de mejorar la economía y lograr una entidad fuerte y animada. En síntesis este fue el tema estrella derivado de ese encuentro amistoso y, entre palabras y evocaciones, unos aguardientes viejos que sorprendieron a todos por la calidad y presencia. Los elaboró un industrial de Pola de Laviana amigo de cacerías de Juan Iglesias que cuenta con una pequeña bodega donde se divierte y trabaja la manzana con finura y primor. ¡Hay que descubrirlos!

Y siguiendo por estos viejos parajes de pescadores, arrieros, buhoneros y ganaderos, es de obligado cumplimiento realizar una excursión que parte de La Vecilla, sigue la senda de Matallana y se adentra en las hoces de Vegacervera y Coladilla. Monumentos naturales, rocas bien definidas y montañas alineadas por donde discurre encauzado y sonoro el Torío, que nace en la divisoria leonesa con Aller y deja huella perenne y toponímica al paisaje y paisanaje. Y en Vegacervera el olor a chacina es lo más elocuente y nítido. Su industria cárnica centrada en las cecinas de vacuno y chivo, junto con los chorizos y salazones, marca la economía de este término montañés. El aire de los picos circundantes, sus ricos pastos y la buena situación son realidades idóneas para la preparación final de unos embutidos de nivel, sabor y perfecta embocadura. Y en las alturas y colgado de la montaña se encuentra un pueblo característico y estiloso. Se llama Coladilla, y en todo su perímetro rural tiene más pequeñas empresas que habitantes. Los parroquianos lo conocen como «pueblo del sabor», y todo esto porque en su feudo se encuentran una factoría láctea donde se elaboran novedosos yogures, quesos y helados, un local artesano –taller de cerámicas–, una tahona donde expenden exquisitas rosquillas, bizcochos, empanadas y pizzas, amén de dos establecimientos públicos y empresas chacineras donde se guisa de comer y te llevas embutidos con el marchamo de estos valles ocultos y con toques de magia. Y los hosteleros emprendedores Miguel Ángel y Lucy se las ven y se las desean los fines de semana para recibir a un aluvión de personas que busca la cocina tradicional y los productos artesanos de la zona. Tienen casi siempre completo, y los amantes de los óptimos guisos saben dónde están la calidad y el alto paladar, y acudir a estos rodales montañeses es todo un reto muy bien compensado con un estupendo potaje de chivo, un bacalao con salsa de boletus y las cárnicas locales, entre otras suculencias cocineras.

Y vuelta a La Vecilla atravesando las abruptas hoces de Vegacervera, dejando atrás la Cueva de Valporquero y alcanzando el otro valle con Valdeteja como parada y casi fonda. En este caserío envuelto en praderías y altos roquedales suele pasar algunos días al año el actor norteamericano con toque argentino Viggo Mortensen. Desde que desempeñó el papel de Alatriste y por boca de sus compañeros de rodaje y del director Agustín Díaz Yanes, se enamoró de este poblado y proyecta siempre que puede sus vivencias allá donde se encuentre. En el bar Anabel, Gabriel y Anabel, sus propietarios, conocen a la perfección el momento existente de Viggo y hablan con soltura de sus días en el pueblo y su actividad artística. Y es que Valdeteja apareció en el mapa nacional con la inesperada visita de este rubio actor.

Y abandonando este solar sólo quedan unos kilómetros para rendir entrada en La Vecilla, reducto de veraneantes asturianos que están agotando sus últimos días de sol entre la era fluvial, los paseos y los porrones de Casa Chana, el bar Azul o El Cruce. Y en estos locales están agrupados, con el ocio por montera, para entonar la despedida de un verano estimado y completo Víctor Mayo, el veraneante más antiguo del lugar; Patricia, Pepe, Marina, Mariní, Julio, José Luis Martínez, ex presidente del Ateneo Jovellanos de Gijón; Víctor, Lucía, Justino, María Elena, Carlos Herrero, Marián Bustillo, Nieves, Carmina Valle, Gonzalo, Cholo, Falo, Gerardo y Madita, entre una pléyade de disfrutadores del estío local de uno de los mejores climas de la provincia leonesa. Los médicos de Pola de Laviana Luis Alonso y Mariano Menéndez, conocedores perfectos de estos territorios de altura rural, ya animaban a los enfermos de tuberculosis y bronquitis, en los años treinta, a dejarse caer unos días por estos pagos benéficos para superar esas patologías con baños de sol, de río y de sosiego… Y así hasta hoy.

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