Sosa Wagner, el hombre del día
Contra viento y marea, contra el PSOE y contra el bipartidismo, contra el CIS, Francisco Sosa Wagner ha puesto una pica en Flandes y para Flandes va. En una carta pública aparecida en este periódico lamenté que no se le dejara hablar, siendo como era el único candidato que tenía algo que decir, pero, por fortuna, habló el pueblo soberano para que él hablara. En este momento de hastío y agotamiento bipartidista, en que se demuestra, como advertía T. S. Eliot hace ya muchos años, que tan deleznable es la faramalla demagógica como el conservadurismo complaciente, al menos Sosa Wagner representa una esperanza, como en el poema de Cavafis, sin ser bárbaro. Y yo creo que en su caso no se votó a uno nuevo para ver qué pasa, sino a alguien con experiencia y que sabe. Experiencia de gobierno, Sosa Wagner ya la tuvo. ahora le queda hacer la oposición. A Bruselas va con la parte asturiana que le corresponde. Como recordaba Alberto Menéndez el otro día en este periódico: no es asturiano, pero como si lo fuera, está muy vinculado aquí. Otro asturiano marcha (en su caso, viaje de vuelta) también a Bruselas, mi viejo y querido amigo Antonio Masip, otra persona trabajadora y digna de confianza; quien no merece confianza es el partido en que se encuadra. Por fortuna, Sosa Wagner se presentó por un partido tan pequeño que casi no parece partido: así deben ser los verdaderos partidos para resultar eficaces, antes de que el triunfo los ahogue en burocracia. Esta campaña pasada, mal que les haya pesado a los poderosos de la tierra y a su vasallo el CIS, la realizaron sin medios, hablando Rosa Díez en las ciudades con arzobispo y Sosa en las ciudades con obispo: quedaron como el tercer partido en número de votos en treinta y siete ciudades. Todo un éxito, que mereció una oreja, con entrada por la puerta grande. No sé si resultaré indiscreto: Paco Sosa es un gran taurófilo, uno de mis mejores amigos taurinos (los otros dos son Mariano Antolín y Julio García Braga). Pero sobre todo es riguroso y eficiente: Teodoro López Cuesta siempre dice que fue el mejor secretario de la Universidad de Oviedo. En media hora solucionaba los expedientes, porque sabía y los había estudiado. Como dice Curro Romero «¿Para qué vamos a cansar al toro?». Otros, burocratizados y tiquismiquis, no resuelven un papel en semanas: toda la fuerza se les va en papeles.
Subtítulo:Los ciudadanos han votado a alquien con experiencia de gobierno y que sabe
Destacado: El catedrático de derecho administrativo se presentó por un partido tan pequeño que casi no parece un partido, que así deben ser los partidos para resultar eficaces
La dedicación a la política del ilustre catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de León no le sirvió de pretexto para descuidar sus otras actividades. Que Sosa Wagner es un buen escritor lo saben bien los lectores de LA NUEVA ESPAÑA que siguen su columna. Ha publicado mucho y bueno y ha tocado todos los géneros, menos la poesía y el teatro: la novela («Es indiferente llamarse Ernesto», «Hígado de oca a las uvas»), las narraciones breves («Escenas históricas pero verdaderas»), el ensayo y el articulismo periodístico («Los juristas, las óperas y otras soserías»), el aforismo («Guindas en aguardiente»), la biografía («Posada Herrera», «Pío IX»), los ensayos sobre cuestiones más o menos profesionales («La construcción del Estado y del Derecho Administrativo. Ideario jurídico-político de Posada Herrera», «El mito de la autonomía universitaria», los dos tomos de «Maestros alemanes del derecho público»), el ensayo histórico político («El estado fragmentado», en colaboración con su hijo Igor Sosa Mayor, o el extenso e importante prólogo a «La trama del consenso», de Thomas Darnstädt) y la literatura taurina («De toros, tendidos y toreros», al trío con Adrián Shubert y Victorino Martín García). Por no mencionar manuales más áridos y especializados, pero auténticos éxitos de ventas. Acaso algún escritor del mañana reconozca que aprendió a escribir bien en el manual del derecho administrativo de Sosa Wagner, del mismo modo que Stendhal decía que educaba su prosa en el código de Napoleón. Manual del que puede decirse lo que Azorín decía del de economía de Valentín Andrés Álvarez: que se entiende porque está bien escrito. De ahí el best seller.
El flamante diputado en Bruselas acaba de sacar un nuevo libro que anuncia otra serie a modo de «Maestros alemanes del Derecho Público»: «Juristas en la Segunda República. 1: Los iupublicistas», publicado por la Fundación Alfonso Martín Escudero y Marcial Pons en este año de 2009: libro, pues, con la tinta aún fresca, como se decía en otro tiempo.
En este libro, como en «Maestros alemanes», se conjugan el rigor del profesor con la amenidad del ensayista, sin que lo uno afecte a lo otro. No entiendo la obstinación de ciertos pedantes por hacer libros académicos insípidos y aburridos, cuando Sosa Wagner demuestra que es posible, y muy de agradecer, todo lo contrario. La estructura es la misma que la de «Maestros alemanes»: capítulos breves en los que se resume a un maestro (o a varios): a Adolfo Posada, Royo Villanova, Jiménez de Asua, Enrique Martí Jara, Eduardo Llorens, José Gascón, el también asturiano Sabino Álvarez Gendín... Debe hacerse la aclaración de que, al lado de los maestros alemanes, que lo eran de capital con arzobispo, estos otros juristas lo son de pueblo con arcipreste: lo que acrecienta su mérito, ya que de poco que había, crearon mucho. El acercamiento a Posada, a quien califica como «un bienintencionado cosmopolita de provincias», se hace con simpatías. Evidentemente, hay que reivindicar a Posada, y a Asturias le corresponde hacerlo. En tanto, esperemos que las ocupaciones parlamentarias no distraigan a Sosa de la preparación de la segunda parte de esta obra.
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