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Suzuki, Tenneco, ¿por qué?

23 de Septiembre del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Se preguntan y preguntan sorprendidos responsables a los responsables. ¿Por qué nosotros y no ellos? Son preguntas a posteriori que deberían haberse planteado hace décadas con visión de futuro. Lo malo de estas preguntas (del todo necesarias) sería que su planteamiento actual impidiese que aflorasen las verdaderas preguntas del ahora para el mañana. Porque la respuesta obvia a estas sorpresas es bastante inmediata: «No se ha tenido la visión de futuro que otros han tenido». Los responsables no han sabido aplicar el mejor consejo que dejó Marx: «Déjense de interpretar el pasado y construyan el futuro». Es triste ver cómo ante este desastre, muchos evocan el pasado y se postulan como alternativa proponiendo hacer renacer fiestas culturales, en carbayeras protegidas, como símbolo del futuro renacimiento de lo caduco.

Hace treinta años los sindicatos apostaron por el obrero y los empresarios también: ese es nuestro drama. Los sindicatos se erigieron en perros pastores y los empresarios en pastores. Todos apostando por los obreros a los que querían usar cada uno en lo suyo. Duele decirlo así, y escucharlo supongo que también, pero aún duele más ver venir este desastre visible a poco que se echase una mirada reflexiva hacia el futuro. Es cierto, esta crisis es una crisis de crecimiento, con mercados maduros y en recesión en zonas del primer mundo a consecuencia de la innovación tecnológica y el desempleo, alcanzándose desequilibrios irresponsables que consiguen llenar el mundo de basura. Pero esto no significa que debamos renunciar a un desarrollo industrial que por herencia, tiempo y lugar deberíamos haber conseguido en Asturias (y debemos desarrollar). Un desarrollo basado en un principio que puede decirse con una simple frase: «El obrero ha muerto». Es difícil hacérselo entender a los que no lo quieren ni oír. Es más, la realidad que hacía verdadera esta frase hace treinta años va hoy más allá: el servidor de cuello blanco está en vías de extinción. Todos han sido suplantados por la automatización de procesos, la robotización y la gestión por inteligencia artificial. Asturias no ha apostado por esa industrialización automatizada de productos de alto valor añadido que llenan las estanterías de los mercados. No, no lo ha hecho, para mantenernos inmersos en un obrerismo manufacturero primario (aún lo estamos haciendo invocando a aprendices de obreros). Un obrerismo que en cuanto tuvo poder sólo buscó prejubilaciones, olvidando la actividad rentable y la riqueza productiva sin subvención. Quizás porque se consideraban estratégicos revolucionarios históricos, pero incluso a eso hay países del este y africanos que nos ganan. Mientras que aquí algunos investigan y diseñan, pero ni aplican ni realizan. Si quieren respuestas más precisas, háganse estas preguntas y busquen que alguien ponga en un mapa la densidad de sus respuestas: ¿Cuánta potencia hay instalada en Asturias en prensas para matricería de corte y embutición? ¿Cuánta en máquinas de inyección de plástico? ¿Cuántos puestos de trabajo hay robotizados (sin humanos) instalados en Asturias, en España y en Europa? Hagan el mapa y verán que esos núcleos densos son las regiones por las que apuestan los accionistas y donde la nueva cultura se instala. Ésa es la causa de que algunas empresas se marchen de Asturias y otras quiebren o bajen salarios a pesar de lo cualificados, homologados y productivos que sean sus obreros: en realidad están muertos. Ante esa ceguera los accionistas se alejan hacia esas regiones o se van a mercados inmaduros en expansión, con un obrerismo aún más barato, para seguir rentabilizando la vieja maquinaria acercando la producción al consumo y, desgraciadamente, donde acabarán instalando los robots.

No podemos seguir así. ¿Tienen los responsables alguna visión de futuro para liderar a las personas de Asturias que están dispuestas a luchar por un trabajo o actividad para sí y buscar un futuro para sus familias y para Asturias; o simplemente se limitarán a apostar por un desierto natural para privilegiados prejubilados? ¿Hay alguien dispuesto a liderar la creación de empresas que apuesten por un futuro real aunque parezca «fantástico» (que es como algunos adjetivizan a la realidad futura)? Adam Schaff abandonó España indignado en 1987 porque, siendo como era un filósofo de argumentaciones contundentes apreciado en el Club de Roma como su único miembro marxista, aquí le habían tratado de «fantástico» cuando explicó que el obrero había muerto. Ahora, 35 años después, no sólo el obrero ha muerto, sino que la clase media de cuello blanco también, pero se sigue con el obrerismo (aún no se han enterado).

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