Dos fieles servidores de la Justicia
Lo son, sin lugar a dudas, la juez Ayala y el juez Ruz, jóvenes, responsables, competentes, que están insuflando aires limpios a la judicatura carpetovetónica, hasta ahora politizada y con una independencia relativa. ¿Cómo puede ser independiente una Justicia, la nuestra, cuando los altos magistrados son propuestos por los dos partidos políticos mayoritarios, verbigracia, el gobernante y el opositor? Por eso, el currante, el exprimido ciudadano, el «desahuciado» contribuyente, se siente defraudado y no tiene confianza alguna en esa guapetona señora de la espada y la balanza –alegoría perfectamente plasmada por aquel genial dibujante que fue Durero– y le sobran motivos para ello. No vamos a citar casos, tan cuantiosos, porque son sobradamente conocidos por todos. Bueno, sí haremos alusión, sin personalizar, de un juez, politizado hasta las cachas, cuyo sensacionalismo y afán de notoriedad –la prensa y la televisión son para él como el cacahuete al mono– le han hecho ser conceptuado como un juez estrella, que terminó estrellado. Ahora, anda por ahí, a salto de mata, queriendo volver al estrellato, pero ahora en la fangosa y putrefacta política.
Sí, la señora Ayala y el señor Ruz, calladamente, sin alharacas ni sensacionalismos, están llevando acertada y prudentemente sus respectivos casos de corrupción política, que afectan por igual al partido gobernante y al opositor, como son los «casos Gürtel-Bárcenas» y los ERE de Andalucía. El primero, creo, además de cargarse su Gobierno, puede constarle la cabeza a Rajoy; y en cuanto al segundo, las dos testas más altas que ha tenido la Junta andaluza del PSOE, como son las de Chaves y Griñán, que acaban de ser imputados por la juez Ayala, vilipendiada y calificada hasta de franquista. Hala, siempre con la monserga del pasado, enfermiza obsesión de quienes quisieran que se repitiese aquella triste y dolorosa tragedia. Demencial.
La juez Ayala, guapetona ella, y el juez Ruz son un ejemplo en la Judicatura española. No se casan con nadie, empluman al corrupto, de la ideología que sea, y huyen de toda publicidad, que no va con ellos. Para estos dos jóvenes jueces, de tan recta y ejemplar trayectoria jurídica, nuestro reconocimiento y simpatía. «Dura lex sed lex», que ellos saben aplicar, objetivamente, por encima de intereses bastardos o políticos.
Ricardo Luis Arias
Aller
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