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Mejor aulas y becas que villa olímpica

19 de Septiembre del 2013 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Probablemente ya se haya dicho todo o casi todo sobre el batacazo olímpico de la candidatura de Madrid 2020. Pero, no obstante, quiero añadir que, fuera chauvinismo, no creo que la candidatura española fuese la peor, sobre todo si la comparamos con Estambul, aunque tampoco la mejor. No me alegro de la derrota de Madrid, pero con sinceridad tampoco me apena excesivamente. Digamos que me resulta un tanto desinteresada.

Antes de continuar estas líneas, debo hacer un comentario: yo era de las muchas personas que prefería que el COI no concediese la organización de los Juegos 2020 a Madrid. Sí, no me decidí a escribirlo así en su día, pero sin recato lo hago ahora aunque sea a toro pasado.

Organizar unas olimpiadas siempre suele resultar un lujo caro, salvo que nosotros los españoles, tan dados a confiar en milagros, sostengamos que ese acontecimiento en Madrid iba a producir pingües beneficios. En principio, se manejó un informe que hablaba de superávit, pero, ¿hay alguien medianamente lúcido que se lo pueda creer? En un país donde no hay ningún presupuesto de las Administraciones públicas que al final de la obra no multiplique su importe, nosotros estábamos esperando ese evento para ganar dinero. ¡Es tan ilusionante pensar en beneficios económicos cuando con los tres intentos fallidos se han gastado cerca de 8.000 millones de euros que el tema no merece más comentario!

Asimismo, no se entiende cómo se puede compaginar todo tipo de recortes, objeto de no pocas desventuras nacionales, con un gasto olímpico extraordinario, del que no deja de ser una buena muestra el alto número de invitados desplazados a Buenos Aires. La candidatura madrileña fue la delegación más numerosa y a todo lujo: dos centenares de personas casi todas ellas sin un cometido de responsabilidad. Amén de los derrochones fastos en la Puerta de Alcalá. Por un si acaso, ya empezábamos bien.

Existe una expresión muy popular, que dice: "No se debe vender la piel del oso antes de cazarlo"; por ello, sigo sin entender la euforia de tantos políticos, empresarios, deportistas, ciudadanos sin más, etc., así como el espectáculo tan poco serio de algún ministro en el avión camino de la Argentina. Y, como colofón, igualmente penoso han sido las manifestaciones del alcalde Xavier Trías, que en un arranque de chauvinismo local, dijo: "Solo Barcelona podía competir con Estambul y Tokio por unos Juegos". España es en ocasiones surrealismo puro: inversiones multimillonarias para unos Juegos Olímpicos inexistentes o, con otro perfil, espléndidos aeropuertos sin aviones.

Considero que no es momento de discutir sobre los posibles beneficios o perjuicios para la población de un país en crisis. Pero sí creo, sin embargo, que es hora de dedicar nuestros esfuerzos a otras necesidades más perentorias que tiene España, Opino, asimismo, que nuestras autoridades deberían olvidarse, aunque fuera de momento, de tanta obsesión por organizar eventos faraónicos y centrarse más en solucionar los problemas cotidianos de los españoles, que son muchos y muy variados.

Varios miles de niños y jóvenes comenzaron estos días el curso escolar, más en número que el pasado año, pero tienen bastantes menos aulas. Para muchas familias, la situación económica ha empeorado. No es solo que el regreso a los estudios suponga desprenderse de una mayor cantidad de euros, es que ese dinero supone un mayor esfuerzo para un elevado porcentaje de esas familias cuyos ingresos han disminuido.

Lógicamente, a todas ellas debe de preocuparles más bien poco que Madrid no vaya a organizar los Juegos de 2020; es más, esos 1.500 millones de euros que se dice faltaban por gastar para poner todo a punto, ahora podrán dedicarse a paliar los recortes en educación e investigación. Sí, tener una villa olímpica es bonito. Pero urgente y mucho más positivo es dejar de recortar en educación, la auténtica garantía de futuro.

Dicho quede todo ello sin puya alguna: el COI nos ha sacado del túnel en el que desatinadas decisiones nos habían metido. Habida cuenta de las delicadas condiciones económicas en que se encuentra España, en honor a la verdad, podemos decir muy alto: ¡estamos de enhorabuena!

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