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Una bofetada a la vetusta conciencia

29 de Septiembre del 2013 - Lorenzo Arias Páramo (Oviedo)

Señor alcalde de Oviedo: Soy profesor en activo de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, y he trabajado y colaborado con instituciones públicas municipales y regionales desde hace más de 25 años en múltiples trabajos en los que mi competencia profesional lo requería (ayuntamientos, Administración general, instituciones públicas, etcétera sin distinción de signo político). He aportado ideas, ilusión de proyectos, conocimientos; siempre estoy abierto a la esperanza de una sociedad ovetense más armónica y justa. Es decir, quiero ser solidario con la sociedad en la que vivo. Pero esto es una obvia anécdota, pues otros muchos ciudadanos ovetenses, cada uno según sus cualidades, competencias y formas de pensar, lo hacen cada día. Así que cuando hace tres días nuestro alcalde nos dio una bofetada en la boca con un panfleto abruptamente escrito en un periódico local (LA NUEVA ESPAÑA, 8 de septiembre de 2013), el dolor (no el físico sino el otro) se transmitió por el sistema nervioso de la vetusta capital. Así que por unos momentos, muy a mi pesar, ha dejado de ser mi alcalde.

Usted, señor Agustín Iglesias Caunedo, ha escrito en ese maléfico texto: «Creo que el proyecto que estamos planteando (...)tiene un valor altamente simbólico en Asturias para vislumbrar quién apuesta y quién no por romper el círculo vicioso de nuestras desventuras como región, siempre enmarañados en los mismo problemas; con las mismas personas protagonizándolo todo desde hace 20 o 30 años; con las mismas querellas y enfrentamientos; con los mismos ilustrados, siempre los mismos (arquitectos, historiadores, vetustos comentaristas, jóvenes ilustrados con afán de ser vetustos comentaristas), saltando a la yugular del primero que se atreva a sacar la cabeza para romper su monotonía pero sin fomentar nunca un debate sensato, constructivo y positivo para evaluar las ideas; y con la misma falta de ideas y proyectos ilusionantes de futuro (…). Estamos en una región en la que los ilustrados reconocidos por el sistema no son «agitadores», sino conservadores extremadamente resistentes a lo nuevo; en la que sólo se piensa en el día a día, en el problema de hoy y nunca en lo que puede y debe ser nuestro futuro; en la que sólo se piensa en destruir las ideas ajenas para cubrir la falta de ideas propias».

Es una torpeza intelectual su escrito, señor primer edil municipal. Sus palabras van dirigidas a personas concretas, y usted, consciente de ello, elude nombrarlas temerosamente recurriendo a la descalificación global en la que quedarán incluidas personas con una legitimidad de trabajo y consideración y reconocimiento superior a quien las ha escrito, y yo, obviamente, me he dado por aludido, e invoco mi derecho a que se retracte de sus inquisitoriales palabras.

Y ello porque no tengo que aguantar el chaparrón de insolencias de «nuestro» alcalde como si fuera un colegial de una clase de párvulos del franquismo que no ha cumplido los deberes. El manifiesto que ha escrito señor Agustín Iglesias Caunedo es de una insolencia inaudita en la vida municipal ovetense. Es pura y destilada provocación social, institucional, política, personal. Vulnera el legítimo derecho ciudadano a discrepar. Nadie, ningún alcalde antes de ahora, ha ido tan lejos en su provocación ciudadana. Su escrito destila repulsión hacia estamentos académicos en los que en calidad de Alcalde ha estado representado en la reciente apertura del curso académico 2013-2014. ¿Quién de esas personas le ha negado el derecho a dialogar sobre el futuro social, económico, patrimonial de la ciudad ovetense? O los nombra uno por uno o nombra a la institución. Sabe que no tiene ninguna otra opción. Son las reglas políticas. Usted no tiene enemigos, señor alcalde, tiene adversarios, así que remodele su lucidez intelectual ovetense. Porque nos hace sentirnos culpables de algo que desconocemos y que no acabamos de comprender en toda su dimensión..., y si esta ««culpa» que tenemos los arquitectos, historiadores, ilustrados (sic), jóvenes ilustrados, etcétera es por acción o por omisión, y, sobre todo, si es corporativa o individual (diferencia fundamental, como, obviamente, comprenderá). El uso y abuso del lenguaje subliminal tiene peligros que usted, señor alcalde, no ha valorado en su justo grado. Pero, eso sí, a partir de ahora nada va a ser igual, ni para usted ni para el inevitable diálogo social, al cual sabe perfectamente bien que va a tener que recurrir inevitablemente. Nos ha herido, señor alcalde, no lo haga más.

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