La anti-necrológica
A diferencia de sus colegas César González- Ruano y Jaime Campmany, a José Ignacio Gracia Noriega los muertos no se le dan nada bien. Aparte del sospechoso placer que puede obtenerse avivando polémicas estériles o el de provocar de forma un tanto infantil a enemigos literarios, no logro imaginar las motivaciones que habrán llevado al veterano periodista a escribir la anti-necrológica de Álvaro Mutis publicada el 25 de septiembre en su diario. Pero vayamos por partes. Asumo que en cualquier artículo, incluido en el funerario, uno acaba siempre hablando de sí mismo, pero quizás el Sr. Gracia Noriega debiera, aunque solo fuera para disimular, narrarnos algunas bondades del finado, de sus costumbres, de su vida personal, de sus gustos, o de sus fracasos si lo prefiere, porque la vida y la obra de un poeta y narrador colombiano de noventa años da para mucho. Normalmente el escritor de necrológicas comienza los artículos con una experiencia relacionada con el homenajeado, que en algunos casos es un encuentro personal cargado de señales. Gracia Noriega reconoce no haber oído hablar del escritor colombiano y lo asocia a una vaga anécdota de tono político por la que considera que le fue otorgado el Cervantes. Casi nada. A partir de este hilarante arranque, el periodista llanisco, no sólo menosprecia a Álvaro Mutis, sino que aprovecha para demostrar su antipatía por Guillermo Cabrera Infante, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, Luis Sepúlveda (al chileno con especial saña, quizás por ser, él sí, un brillante Tigre Juan) y a toda la literatura latinoamericana del siglo XX. ¿Qué culpa tendrán estos autores de la muerte de Mutis?
Escribir la necrológica del autor de Maqroll el Gaviero y decir que es un narrador de buena educación sintáctica y que pone buenos títulos es muy frívolo. Más aún sin haberlo leído. Escribir mal sobre colegas, en un artículo homenaje a uno de ellos, muy feo.
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