Al cura don Alberto Torga, desde Tapia de Casariego
Tras el fallecimiento, el pasado mes de marzo, del cura párroco de nuestra villa don Eugenio Maseda, y habida cuenta, además, de la escasa plantilla de sacerdotes disponibles en la actualidad (¡ya escampará!), nuestro concejo tapiego se vio en la necesidad de echar mano de un voluntaria para hacerse cargo del total de las iglesias de nuestra parroquia. El primero en levantar la mano fue don Alberto Torga, que, con 80 años cumplidos, ¡ochenta!, asumió la obligación moral de vincularse de nuevo a Tapia de Casariego.
De nuevo porque después de haber estudiado en 1944 en el Seminario que en su día estuvo ubicado en nuestra localidad tapiega, después de haber trabajado como coadjutor en la misma, en 1963 don Alberto quiso cumplir su fiel compromiso con la Iglesia y seguir comprometido.
En estos tiempos en que la mayor parte de la sindicalería asturiana tiene como primer objetivo conseguir cuantos más liberados sindicales mejor, cuantos más prejubilados cuarentones mejor, o cuantos más incapacitados le quepan; en un tiempo en que la mayoría de los trabajadores sólo piensa en la retirada, en los trienios o en la prejubilación, reconforta comprobar cómo un hombre de 80 años se toma su trabajo con la abnegación con que lo ha hecho don Alberto Torga. De esta forma, y durante casi medio año, este cura, incombustible, tuvo a bien desplazarse cada fin de semana desde su localidad, Nava, para cumplir con su compromiso moral en Tapia de Casariego (150 kilómetros).
Quienes durante este tiempo hemos tenido la fortuna de comprobar su magisterio sacerdotal, su cercanía con los feligreses y su dedicación a la causa nos sentimos más que honrados de pertenecer a la Iglesia católica, imprescindible siempre, más si cabe en estos tiempos. Desde aquí, nuestro agradecimiento más cordial a don Alberto Torga, que, incluso, y por si fuera poco, es sidrero. ¿Quién da más?
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