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Uno de los nuestros, ¿y ahora qué?

11 de Octubre del 2013 - Francisco Díaz Pache Sáenz de Cenzano (Oviedo)

Soy el orgulloso padre de dos alumnos del IES La Ería, en Oviedo, y escribo estas líneas movido por una pregunta sencilla que tiene una respuesta algo más compleja si pensamos mucho, pero casi inmediata si nos dejamos llevar por las tripas. Ayer escuchaba en mi calle a unos chavales preguntar a otro ¿a qué instituto vas? Y al respuesta fue «soy de La Ería».

Y me quedé pensando que no debería ser lo mismo ir a La Ería que ser de La Ería. Ser de lo que sea implica un sentimiento más o menos consciente de pertenencia que va mucho más allá de quien pasa años en un centro por pura casualidad y obligación, compartiendo la vida con un grupo heterogéneo de gente que poco a poco me va sonando, va cambiando, voy conociendo (en ocasiones más de lo que podría parecer en un primer vistazo). Ir está bien, pero me gusta más que sean.

Estos días he estado leyendo en prensa y oyendo en el instituto, mientras colaboraba en el banco de libros, cosas sobre los alumnos de Las Campas que este curso no tienen transporte. He visto cómo tanto padres como alumnos se han movilizado en defensa de algo que consideran un derecho, yo pienso que al menos es parte de uno de los gordos, porque derechos hay muchos, pero la educación es de los que te dará las herramientas para disfrutar otros muchos en plenitud y te hará consciente de que junto a los derechos vienen los deberes.

Pensaba que mis hijos sólo cruzan dos pasos de peatones y un semáforo para llegar al instituto y recordaba a ese par de chicas de Las Campas que pasaron a dejar libros aún sabiendo que para ellas teníamos poca cosa que ofrecer a cambio y hablaban de movilizarse. Pensaba en que los demás alumnos de Las Campas rozan a diario con los otros mil alumnos de La Ería, que sus padres son parte de los más de 1.300 que tenemos hijos en el centro y que también a diario se cruzan por los pasillos con más de cien trabajadores del instituto, sumando sale un grupo de casi 2.500 personas que, de una u otra forma, somos de La Ería.

Estos chicos y chicas son compañeras de clase, amigos, amigas de un amigo, los charlatanes de clase, los insoportables o las nuevas que llegan con los ojos como platos y aún están aterrizando, son los del equipo de fútbol contra el que toca jugar este sábado que viene o los compañeros con los que entrenamos en la piscina por la tarde, son las del banco de enfrente el viernes –ya de noche– en «la plaza», de una u otra forma son simplemente «unos de los nuestros».

Pienso que en ocasiones no nos damos cuenta del poder que tenemos como ciudadanos y 2.500 somos muchos ciudadanos. Pero ese poder para hacernos entender y defender lo que consideramos justo hay que entrenarlo como la pronunciación de inglés o el lanzamiento del balón medicinal. No es que sea un ejercicio de Educación para la Ciudadanía, es la vida misma, es ejercer de ciudadano.

Es inspirador ver a los padres y alumnos de Las Campas defender lo suyo, pero creo que debemos darnos cuenta de que lo suyo es una defensa de lo nuestro y recordar que si ellos son uno de los nuestros, quizás se está notando poco que son compañeras de clase, amigos, amigas de un amigo, los charlatanes de clase, los insoportables o las nuevas que llegan con los ojos como platos y aún están aterrizando, son los del equipo de fútbol contra el que toca jugar este sábado que viene o los compañeros con los que entrenamos en la piscina por la tarde, son las del banco de enfrente el viernes –ya de noche– en «la plaza», de una u otra forma son simplemente unos de los nuestros.

Tal vez tendríamos que preguntarnos todos los que somos de La Ería (alumnos, padres, profesores, trabajadores) si ¿podemos hacer algo más?, yo creo que tal vez tendríamos que preguntárselo a los de Las Campas. Si ellos son unos de los nuestros, la pregunta es ¿y ahora qué?, yo aún no se la he hecho ¿y tú?

Francisco Díaz-Pache Sáenz de Cenzano

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