¿Qué está sucediendo en Siria?
Una vez más el mundo se encuentra ante la posibilidad de la sinrazón de un posible bombardeo por parte de Estados Unidos y sus aliados. Las fuerzas gubernamentales de Siria, que están enfrentadas a la oposición rebelde y fuerte, descargaron un ataque de gases nocivos sobre los rebeldes y una parte importante del pueblo, en el que los niños, una vez más, sufrieron graves consecuencias. Si este hecho fuera cierto es grave, muy grave, y la Comunidad de Naciones, que tanto habla de los Derechos Humanos, desea aplicar la ley del talión, queriendo descargar sobre el pueblo sirio un feroz ataque, dicen ellos, como castigo por la utilización de gases que están prohibidos en la resolución de Naciones.
Señor Obama, señores presidentes de los pueblos libres del mundo, si una mula da una patada, por favor, no procedan a cortar la pata, acaricien a ese animal y encontrarán una respuesta digna, pero jamás procedan a pincharla, porque la respuesta será terrible.
¿Cómo puede ser posible que a estas alturas podamos contemplar la ley del talión, del «tú me matas y yo te mato»?, ¿es posible que no encontremos otros medios de entendimiento que el resultado feroz de las bombas y de la muerte?
¿Será posible que a esto se le pueda llamar progreso? ¿Cómo un padre puede dar ejemplo a sus hijos si cada día llega a su casa borracho y drogado? ¿Cómo unos gobernantes pueden dar ejemplos a sus ciudadanos asesinando a los hijos de otros pueblos más débiles, atacándolos y amenazándolos con bombardeos?
No entienden que al pueblo le resulta lo mismo morir por gases que por un bombardeo, porque, al fin, todo es muerte y desolación.
A estas alturas las Naciones Unidas, que representan a los pueblos civilizados, deberían tener resoluciones enérgicas para castigar eficazmente cualquier acción desmedida contra el pueblo de cualquier nación del mundo, llevándolos urgentemente ante un consejo de guerra sumarísimo, donde reciban su merecido, pero jamás castigar al pueblo con bombardeos, porque con esta forma de actuar serán lo mismo los unos que los otros, unos padres pierden a sus hijos y unos hijos pierden a sus padres, este es el precio que exige la guerra, y los hombres incompetentes, con una ciega inteligencia, lo aceptan, porque son incapaces de encontrar otros caminos para resolver las diferencias que siempre existirán entre los pueblos.
Nicanor Rozada García
La Paré, Santa Bárbara
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