Con Pepe el Ferreiro... en el Club Prensa Asturiana
El día 24 de los corrientes asistimos a la presentación del magnífico libro «Cuando los ferreiros forjan museos. Diario de un Quijote», digna y elogiosamente dado a conocer con verbo cariñoso y enjundioso por sus presentadores, Marta Magadán, de Septen Ediciones, cordial amiga; el escritor connotado y crítico, profesor Luis Arias Argüelles-Meres, quien acertadamente calificó a la obra presentada como una «catedral de la etnografía asturiana», así como el sobresaliente miembro del RIDEA Víctor Vázquez y el médico doctor Javier González, que con elocuente voz periodística a cada uno de la mesa en el feliz proscenio señalaba su vibrante batuta. Todos a una elogiaban al creador del ejemplar Museo de Grandas de Salime, que día a día se engrandece a la posteridad, que con su particular esfuerzo José Naveiras lo hiciera «y ahí ta»... Quejándose, pero sin rencor, de quienes, según él, envidiosamente se cebaran por su singular «sinceridad».
Al finalizar el acto, se sugirió si había alguna pregunta que hacer y servidor, por unos segundos, quería esclarecerle al miembro del RIDEA su mágica pregunta de «cómo es posible que un ferreiro escriba tan bien», prefiriendo hacerlo con una breve escritura, tal el caso, ya que como es consabido... las palabras se las ha llevado el viento. Desde hace un buen tiempo atrás, años ha, he leído siempre con atención sus opiniones, despidiéndose con su «Haxa salú», como lo volviera a repetir al concluir su conferencia, en que una vez más nos diera a saber de su total superación como un cabal escritor en amado bable, que de los asturianos orgullo siempre debería ser, como del universal español... Bien, querido Pepe, has logrado superar algo que muchas personas que bien escriben no son conscientes de su autodidacta superación, superación que a través de los años te ha dado el sinnúmero de libros que han hecho volcar con sencillez tu inapelable, tras la lectura, reconocible intelectualidad, que cada día te honra más... Y, al respecto, permite que te cuente un secreto, que al fin y al cabo no lo es, pero que ignoran incluso muchos profesores de literaria educación profesional... Como sabrás, soy rubeniano desde temprana edad, por amor admirador y nicaragüense obligación que tenemos todos los del otro lado del mar, por Darío, Rubén. Sabrás que éste no tuvo siquiera el bachiller y ya no digamos título alguno de universidad, sus estudios primarios los tuvo solamente desde la niñez... sin embargo ya mayor llegó a ser un autodidacta genial, de cataratas de libros, infatigable lector... Cervantes, Víctor Hugo y cientos más, que fueron sus inseparables amigos, con quienes, no sin tristes sacrificios, tal su biografía, codeándose con ellos y viajando, lograron su inmortalidad... ¡por algo es el «supremo cantor de la hispanidad»!
Te ha de servir de ejemplo lo dicho, aunque sabemos bien que a estas alturas no lo necesitas, pues con la reciente lección que en la presentación de tu libro nos hiciste ya sabemos de tu innegable superación, que como buen hijo nacido en el campo hace suyo aquel dicho «cultura es cultivo», cultivo intelectual: las lecturas dan al ser humano ese supremo don. Así concluyo lo que más breve debió ser, sin antes decirte de cuando te comencé, verdaderamente, más a querer y apreciar, cuando escribiste a «Don Heradio» en LA NUEVA ESPAÑA (4-3-2004), evocando el nombre de mi difunta madre, tras mis «Palpitaciones poéticas», mi libro que te di de obsequio, leer. Forxa de ferreiro. ¡Haxa salú!
Heradio González Cano, abogado, poeta y escritor nicaragüense
Oviedo
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